Con las películas de Star Trek me pasa algo parecido que con las de James
Bond: no soy fan de la saga original, pero me gustan las recientes
reformulaciones de la saga cinematográfica. En más de una ocasión he comentado
que los films de la saga del agente 007 me parecen infantiles, pero que el “Casino
Royale” dirigido por Martin Campbell en el 2006 no solo reavivó mi interés en
la saga (que había perdido por completo desde mi adolescencia con la etapa
protagonizada por Roger Moore), sino que me parece el mejor film de toda la
historia de la saga Bond. Muchos fans acusaron ese reboot del personaje como una traición a las esencias clásicas del
mismo, por estar influenciado en exceso por otra saga de espías mucho más reciente,
la de Jason Bourne. Yo personalmente aprecié los intentos (para mí logrados) de
reformular el personaje y su entorno, dotándolo de mayor crudeza y
verosimilitud, alejándolo de la imagen de ‘super-espía’ y prescindiendo de los
clichés y tópicos más evidentes de la serie: el Q entrañable, la Moneypenny
florero, los gadgets ridículos, los villanos de opereta…. Por ese motivo me
parece errado el camino emprendido por Sam Mendes en las últimas películas
interpretadas (y muy bien) por Daniel Craig, intentando recuperar el sabor
añejo de la serie, pues provoca por un lado una sensación de dejá vu, a la vez que tira por tierra
algunos de los avances e innovaciones introducidos por Campbell.
En el caso de Star Trek mis sentimientos no son exactamente iguales,
pero mi postura es similar. Aprecio, y mucho, el enfoque humanista que Gene
Roddenberry quiso imprimirle a la serie de televisión, pero me repelen un tanto
su ingenuidad y su punto de vista naif. Su tratamiento de los personajes es tan
entrañable como plano, sin fisuras ni escalas de grises, y por lo tanto
aburrido. De la primera adaptación cinematográfica de la saga dirigida por
Robert Wise en el año 1979, un tanto a rebufo del éxito de “Star Wars”,
conservo el recuerdo de los espectaculares efectos especiales de los genios
Douglas Trumbull y John Dykstra, y de la majestuosa partitura musical del
maestro Jerry Goldsmith. La siguiente entrega, “La ira de Khan”, está
considerada por muchos como el mejor film de la saga, pero confieso que guardo
de ella un recuerdo confuso, pues no la he vuelto a ver des de mi niñez, así
como algunos de los films posteriores, incluidos los de la nueva generación.
Cuando J. J. Abrams aterriza en la saga para hacerse cargo de la dirección,
lo primero que propuso es hacerle un ‘lavado de cara’ a la serie, algo que sentó
mal a los fans más veteranos, pues consideraron (quizás con razón) que
traicionaba la esencia de la misma y los ideales originales de Rodenberry. Abrams
decidió ‘rejuvenecer’ a los protagonistas y potenciar el tono más aventurero de
la saga, redundando en espectaculares escenas de acción y en un copioso
despliegue de efectos especiales que, no obstante, estaban al servicio de la
historia. Podría decirse que Abrams acercó Star Trek más al espíritu de otras
sagas cinematográficas espaciales como Star Wars. No deja de resultar curioso
que la jugada que tan bien le funciono con la saga trekie, no le haya dado iguales resultados en “El despertar de la
fuerza”. Abrams se aproximó al universo trekie
con un espíritu totalmente desprejuiciado, tratando de hacer suya la serie y
los personajes. En este aspecto, el retrato de los personajes que hizo Abrams
casi hace olvidar a los clásicos integrantes del Enterprise: dotó de humor y espíritu
canalla a un James T. Kirk al que Chris Pine le otorga un atractivo que no
posee el muy mediocre William Shatner; Zachary Quinto sale bien parado de la
papeleta de dar vida a un Spock que, no obstante, no posee el carisma y la
flema que aportaba el llorado Leonard Nimoy; Zoe Saldana hace más aguerrida y
atractiva la Uhura interpretada por una Michelle Nichols de limitadas capacidades
interpretativas; Anton Yelchin resulta mucho más entrañable en la piel de Chekov
que Walter Koening; pero sobretodo donde la versión cinematográfica gana por
goleada es con la presencia de Karl Urban y Simon Pegg, infinitamente más carismáticos
(y divertidos) en sus respectivos papeles de McCoy y Scotty que DeForrest
Kelley y James Doohan; respecto al personaje de Sulu hay que admitir que John
Cho resulta bastante más soso que el entrañable George Takey.
Abrams dirigió las 2 primeras entregas de este reboot, con algún ligero
tropiezo en su segunda aportación a la saga, “Into the Darkens”, que se
beneficia de la presencia actoral de un Benedict Cumberbach que es infinitamente
mejor actor que Ricardo Montalbán, pero cuyo Khan no posee la fuerza, sobre el
guion, que el interpretado por el actor de origen mexicano.
Cuando surgió la propuesta de continuar la saga en un tercer film,
Abrams le cedió la batuta en la dirección a Justin Lin, para trasladarse él
mismo a otra saga tanto o más icónica, la de Star Wars. No deja de resultar irónico
que su aporte en la saga ideada por Geroge Lucas haya resultado una de las más
criticadas e insatisfactorias, ya que, al margen de decisiones argumentales
controvertidas (matar al personaje de Han Solo), Abbrams se enfrentó a dicha
saga con un exceso de reverencia y respeto que han terminado perjudicando el
resultado, cuando en realidad le hubiese resultado más rentable hacer uso de la
misma falta de prejuicios con los que afrontó su acercamiento a Star Trek.
El firmante de este “Beyond”, Justin Lin, que viene de la saga
cinematográfica de “Fast & Furious” aporta mucho más nervio que su
predecesor. Quizás demasiado, lo que provoca que algunas secuencias de acción
acaben resultando demasiado confusas. Lin aporta un cierto espíritu macarra y ‘molón’
a la saga, lo cual estaría bien si no se hubiese olvidado de en qué serie está.
También es cierto que Abrams le dejó a Lin los ‘deberes hechos’ y éste último
no tiene por qué esforzarse demasiado en el retrato de personajes,
perfectamente definidos en las dos entregas previas, e interpretados por un
grupo de actores más que solventes. Quizás la mayor debilidad de la película la
muestra precisamente en el retrato que ofrece del villano de turno, Krall, un
personaje que comparte con sus predecesores en el papel el estar interpretado
por grandes actores (Eric Bana en el papel de Nero, Benedict Cumberbach como
Kahn y ahora Idris Elba dando vida a Krall) pero estar al mismo tiempo dibujado
de manera un tanto esquemática esquemática.
Lo que no se puede negar de este “Star Trek. Beyond” es que entretiene,
y que como blockbuster veraniego
cumple con creces. Incluso se agradece que sus efectos especiales, sin duda una
de las bazas fuertes del film, están al servicio de la película y no al
contrario, como ocurre con otras propuestas recientes como el despropósito de “Escuadrón
Suicida”. Se nota que Justin Lin, firmante, no lo olvidemos, de 3 de las
entregas de “Fast and Furious”, prefiere rendirse al trabajo de los especialistas
de acción que no al del departamento de efectos especiales.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Simon Pegg, siempre genial, y Karl Urban;
lástima que no tengan secuencias juntos. ¿Lo peor? Por un lado, que se hayan
olvidado de los valores humanistas que Gene Roddenberry imprimió a la serie de
TV; por otro, el exceso de ‘molonismo’ de algunos momentos, como aquel en que
detienen la invasión extraterrestre utilizando música punk-rock de los Beasty
Boys, momento más propio de ‘Fast & Furious’ que no de Star Trek.



