Recientemente se han estrenado en nuestras pantallas dos películas que tienen más en común de lo que pueda parecer a simple vista. Ambas son películas de género fantastico, basadas en la recreación de sendos universos de lo que, dentro del género, se conoce como 'alta fantasía'. Ambas están dirigidas por sendos directores que prometían mucho al comienzo de sus carreras, y también ambas suponen una clara decepción por venir precisamente de esos mismos directores. Pero, ¿a qué directores de cine me estoy refiriendo?
Alex Proyas debutó en 1994 adaptando el comic de James O'Barr "El cuervo", película sobrevalorada que el tiempo a convertido en film de culto, en parte debido a las extrañas circunstancias que rodearon la muerte accidental de su protagonista, Brandon Lee, durante el rodaje del film. En 1998 Proyas extrenaría su segundo largometraje y la que para mí sigue siendo su mejor película hasta la fecha, "Dark City", en la cual el director daría sobradas muestras de su maestría detrás de las cámaras. "Dark City" partía de un argumento original del propio Proyas que mezclaba cine negro, ciencia-ficción, metafísica y superhéroes, y llegaría a convertirse en una de las principales influencias de la seminal "Matrix" de las hermanas Wachowsky. En el año 2004 Alex Proyas adaptaría para la gran pantalla el clásico "Yo, Robot" de Isaac Asimov, aunque en este caso decir 'adaptar' no es precisamente el verbo más adiente para describir el trabajo llevado a cabo por el director. Alex Proyas tomaría algunos de los elementos básicos del relato de Asimov para reinterpretarlos a gustos y construir (algunos diría perpetrar) un vehículo pensado sobretodo para el lucimiento de Will Smith. El film no carece de hallazgos visuales, y de nuevo Proyas muestra buena mano para mover la cámara, pero el film se resiente de la excesiva atención otorgada a su estrella protagonista. Tras estrenar "Señales de futuro" en el 2009 (película que no he visto) nos llega ahora su última propuesta cinematográfica: "Dioses de Egipto".
Por otro lado Duncan Jones, hijo del malogrado y llorado David Bowie, sorprendió a propios y extraños con su debut cinematográfico en el año 2009 con el film "Moon", película que no ocultaba la influencia (y admiración) del clásico "2001" de Stanley Kubrick, pero que conservaba su frescura y originalidad gracias a un lúcido guión al que Jones supo sacarle el máximo partido pese a sus limitaciones: un único protagonista, en una poderosa interpretación de Sam Rockwell (aunque tampoco podemos olvidarnos de Kevin Spacey, que pone la voz al ordenador GERTY), un decorado muy constreñido (los interiores de una estación espacial en la Luna) y un presupuesto muy limitado para lo que suele ser habitual en produciones de ciencia ficción. En el año 2011 estrenaría "Código fuente", ya con un presupuesto mucho más holgado, mayores medios técnicos, y un reparto más estelar en el que destaca un entregado Jake Gyllenhaal. "Código fuente" cuenta de nuevo con un argumento orginal y un ágil tratamiento de la historia, que va y viene constantemente en el tiempo, lo que permite a su director jugar con los diferentes puntos de vista a la hora de reconstruir una misma escena una y otra vez (un poco a la manera de "El dia de la marmota" pero de forma más seria). "Código fuente" es un film atractivo en muchos aspectos, pero al que quizás habría que reprocharle ciertas concesiones a la platea (el innecesario subargumento romántico, el final feliz un tanto forzado...). Ahora Duncan Jones vuelve a ponerse tras las cámaras para adaptar el video juego de Blizzard "Warcraft", en un film que, si el éxito le acompaña, pretende convertirse en una nueva franquicia cinematográfica.
Tal como decía en la introducción de este post, si bien tanto Alex Proyas como Duncan Jones tuvieron un arranque harto prometedor en esto de hacer largometrajes, sus últimas propuestas cinematográficas han resultado ser francamente decepcionantes.
Lo primero que uno se pregunta es: ¿qué es lo que ha llevado a un director tan personal como Duncan Jones a adentrarse en un universo totalmente ajeno como es el de "Warcraft"? De entrada podría parecer que el director de "Moon" iba a aportar una mirada completamente nueva al genero de la alta fantasía, pero el hecho de manejar ahora presupuestos mastodónticos parece haberle pasado factura al hijo de David Bowie. De hecho "Warcraft" muestra más preocupación reproducir lo más fielmente posible toda la imagineria barroca y esteticista hasta la extenuación del universo de los juegos de Blizzard, que no en construir una buena historia y lidiar con personajes mínimamente interesantes. No niego que el nivel técnico del film es irreprochable, pero su enfoque es en exceso infantil y carente de empaque, los personajes están descritos con apenas unos pocos trazos superficiales, y cualquier intento de construcción dramática se ve ahogado por unos ominipresentes efectos especiales. Así pues, algunos de los elementos más interesentes del relato, como son las luchas de poder entre las diferentes facciones de orcos, o los enfrentamientos entre estos y los humanos por la conquista de un territorio donde vivir, apunte que podría haberse interpretado de forma más interesante en clave de metáfora sobre los conflictos raciales, quedan reducidos a su mínima expresión y como mera excusa para la exhibición de elaboradas secuencias de batallas y el despliegue de unos efectos especiales en forma de un a veces estomagante castillo de fuegos artificiales. Los personajes más interesantes, como la semiorca Garona interpretada por Paula Patton, apenas tienen desarrollo dramático, mientras que el resto no pasan del mero arquetipo, lo que provoca que la excesiva seriedad con la que actores solventes como Travis Fimmel o Ben Foster se entregan en sus respectivos papeles, quede en mera afectación.
Así pues "Warcraft. El origen" no pasa de ser un film tan vistoso como infantil, tan aparente como insulso, tan espectacular como vacuo, y al que su mala recepción, tanto crítica como en taquilla, probablemente le impida extendense en franquicia cinematográfica. Franquicia que por otro lado, y visto lo visto, yo no veo necesaria.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Los efectos especiales, a pesar de que a veces cobren más protagonismo en la película del que merecen. ¿Lo peor? La falta de humor del conjunto y la falta de imaginación en la partitura de Ramin Djawadi, que repite los mismos acordes que en su trabajo para "Juego de tronos".
Y en cuanto a "Dioses de Egipto", casi tres cuartos de los mismo. Y digo casi, porque al menos Alex Proyas aplica a su película la desvergüenza que necesitaba "Warcraft". Si uno de los mayores defectos de esta última es tomarse demasiado en serio a si misma, al menos Proyas es consciente de que lo que está dirigiendo no es más que un video juego, y se entrega a él con cierto sano cachondeo. La mitología egipcia, al contrario que la nórdica y sobretodo la grecoromana, ha sido poco explorada cinematográficamente, lo cual le da cierta carta blanca a Proyas para plasmarla en imágenes según su propia visión personal. Es de agradecer que lo haga con cierto sentido lúdico, aproximándose a dicha mitología como si se tratase de un capítulo de "Bola de dragón" o un comic de superhéroes Marvel. Por que en el fondo eso es lo que son los Horus, Set, Thoth o Hathor del film de Proyas: héroes y villanos dotados de superpoderes molones que se enfrentan unos a otros en batallas aún más molonas que tratan de derimir el clásico (y muy manido) conflicto entre el bien y el mal. No le busquemos tres pies al gato. "Dioses de Egipto" no es más que un divertimento simplista y tontorrón cuya mayor virtud es que no se toma en serio a si mismo, aspecto que demuestran precisamente unos demasiado evidentes efectos especiales que no pretenden dar sensación de realidad, al contrario: ponen de relieve su condición digital, como si se tratase de un videojuego de consola. También es de agradecer que actores como Nicolaj Coster-Waldau, Gerald Butler e incluso Geoffrey Rush se presten al mismo juego y se tomen a guasa su labor interpretativa.
Del resto del reparto poco que decir: los jovencitos Brenton Thwaites y Courtney Eaton, que dan vida a los dos protagonistas humanos que deben mostrar su valía antes los dioses, resultan francamente insulsos, mientras que Elodie Yung, la Elektra televisiva de la serie de Netflix, sigue demostrando su muy limitada capacidad interpretativa. Chadwick Boseman, futura Pantera Negra de Marvel interpreta a Thoth con un amaneramiento que contradice su físico imponente, y uno no sabe si es algo intencionado o no pero el resultado final no deja de resultar hasta cierto punto algo ridículo. Quedemonos pues con el carisma de Butler, el encanto canalla de Coster-Waldau y, por supuesto, la socarroneria de Geoffrey Rush. Mención aparte merece la inspirada partitura musical de Marco Beltrami, que cuando se distancia de las sonoridades contundentes a lo Hans Zimmer y apuesta más por el exotismo made in Jerry Goldsmith (fué su maestro cuando el estudiaba en la Thornton School of Music de Los Angeles), es cuando consigue sus mejores resultados.
Resulta irónico que el film haya recibido críticas por haber utilizado actores occidentales (blancos en su mayoría) para encarnar a personajes del antiguo Egipto, lo que demuestra que la mayoría de espectadores y críticos no han entendido el sentido lúdico de la propuesta de Alex Proyas, que hace del kitsch y la estética hortera su principal razón de ser.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La desvergüenza con la que su director ha afrontado lo que a todas luces es un mero divertimento inofensivo. ¿Lo peor? El film se olvida fácilmente tras un primer visionado.


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