lunes, 27 de junio de 2016

LAS RAICES DEL MAL


Hoy en día es raro encontrar un film de terror que sea capaz de ofrecer algo realmente novedoso. El género fantástico en general, y el de terror en particular, parece abonado a perpetuarse en una cada vez más alarmante crisis de ideas que provoca que las grandes productoras se ciñan al económicamente rentable negocio de explotar viejos conceptos ya muy sobados en forma de secuelas, remakes, spin-offs y demás sub-productos, todo ello sin ingénio ni gracia ni originalidad ni, lo que es más preocupante, buen hacer.

La llegada de "La bruja", que si bien fue muy bien recibida, y de forma casi unánime, en el último festival de Sitges, ha sido valorada con cierta frialdad, cuando no desden, por cierto sector del aficionado al género que la acusa de: a) dar poco miedo; y b) ser demasiado trascendente. ¿Y? Precisamente son esas cualidades las que apartan el debut en el largometrage de Robert Eggers de los films de terror al uso, de las banalidades habituales que suelen poblar la gran pantalla, construídas mayormente sobre golpes de efecto gratuitos, guiones mediocres, giros argumentales inverosímiles y abuso injustificado de la hemoglobina. "La bruja" es un film diferentes, alejado de los cánones habituales del género de terror, quizás no apto para los fans más acerrímos del género, pero precisamente por ello más digna de alabanza.

La película arranca con el momento en que una familia es expulsada de una comunidad religiosa de Nueva Inglaterra en el siglo XVII, precisamente porque el padre de familia se rige por una interpretación demasiado estricta y rigurosa de la Biblia. Su orgullo le lleva a la convivcción de que su visión del texto sagrado le hace estar por encima de sus conjéneres, y su misma intransigencia e intoleráncia es lo que le lleva a ser expulsado, junto a su familia, de la comunidad a la que pertenecia. En su búsqueda de un lugar que le aporte un sentido de pertenencia, de arraigo a la tierra pero al mismo tiempo en comunión con su Dios, se instalarán en una granja alejada, en los lindes de un bosque de aspecto sombrío. La desaparición del hijo menor de la familia (compuesta por el matrimio, su hija mayor, adolescente, su hijo mediado, y un bebé) desencadenará el drama y la deriva hacia el horror.

"La bruja" no da miedo en el sentido más estricto (y trivial) de la palabra. No busca provocar sustos en el espectador. No quiere mostrar escenas de terror explícito. "La bruja" se edifica sobre la creación de una atmósfera malsana, enfermiza, que provoca una sensación de desasosiego en el espectador que no le abandonará hasta el final del film. Ajena a la construcción de esa atmósfera enrarecida no es la espléndida fotografía casi monocromática de Jarin Blaschke, que utiliza en todo momento la luz natural y rehuye cualquier tipo de artificiosidad, jugando de esta manera con un acercamiento al neorealismo cinematográfico pero en clave tenebrista. Predominan los tonos ocres, sepias, azules... la iluminación fría, la ausencia de notas de color, lo cual hace aún más opresiva la atmófera. También en la creación de ese ambiente enrarecido participa el técnico de sonido Adam Stein que juega por un lado con los silencios incómodos, y por otro con los efectos de sonido generados por ese bosque siniestro que termina por convertirse en un protagonista más del relato.

Sin embargo todos los aciertos técnicos del film quedarían en nada si no estuviesen respaldados por un guion complejo que ofrece numerosas lecturas, una realización modélica que juega antes con la sugerencia que con la exposición evidente, y un trabajo actoral ajustadísimo, en el que destaca el descubrimiento de Anya Taylor-Joi en el papel de Thomasin, la hija adolescente, sin desmerecer por ello a Ralph Ineson y Kate Dickie, que ejercen de sus projenitores.

"La bruja" no se conforma con ser un film de terror al uso, y al final lo que nos ofrece es una disquisición sobre las raices del mal. En este sentido lo que nos ofrece la película es una mirada antropológica sobre sus protagonistas. Es su visión demasiado estricta y cerrada de la religión lo que les lleva al aislamiento, y es en ese mismo aislamiento, alimentado por una concepción retorcida de la fé, donde nace el mal. Así pues, asumiendo un discurso teológico, el mal nace cuando la fé es malinterpretada, cuando se convierte en fanatismo y da pie a la intolerancia. Porque intolerancia es la que muestra el padre de familia ante sus propios hijos, negándoles la posibilidad de expresarse por ellos mismos. Intolerancia es la que muestra la madre, tachando de maligna a su propia hija solo porque es incapaz de reconocer y aceptar las ansias de libertad de aquella. Thomasin, de manera inconsciente, busca escapar de un entorno religioso que la constriñe, la ata, y le niega cualquier posibilidad de expresarse de manera libre e individualizada. Al final del film Thomasin no está abrazando el mal, sino la libertad, solo que esa libertad no es aceptada ni tolerada en determinados contextos sociales, políticos y/o religiosos.

Resulta curioso que Eggers, para plasmar este cuento gótico, se haya basado en referentes folklóricos centro-europeos. No podemos pasar por algo el hecho de que muchos cuentos tradicionales nos han llegado a nosotros en versiones edulcoradas y censuradas, muchas de ellas de la mano de fabuladores como Perrault o los Hermanos Grimm, que eliminaron los elementos más sórdidos y escabrosos de cuentos tradicionales como "Caperucita roja", "La bella durmiente" o "Hansel y Gretel". En versiones más primitivas de esos cuentos 'infantils' se esconcen referencias sexuales o escatológicas que hablan de canibalismo, incesto o pedofília, referencias que han sido convenientemente eliminadas y han caído en el olvido. Pero no para Eggers, que para narrar su historia escarba primero en el pasado de dichos referentes para recuperar los elementos más oscuros de dichos relatos. Es particularmente evidente en el retrato que hace de 'la bruja' que da título al film, personaje elusivo, casi subliminal, pero que planea durante todo el metraje como una 'amenaza en la sombra'. No es tanto su presencia como la influéncia perniciosa que ejerce en los protagonistas el elemento que utiliza Eggers para provocar la sensación de terror en el espectador.

También resulta harto curioso como en su discurso antropológico Eggers introduce de manera sutil ciertos elementos de crítica social. El monstruo del film, la bruja del título, es un personaje arraigado a la Tierra, que se sirve de ella para reafirmarse en su condición de ente libre, pero que al mismo tiempo ha llegado a una suerte de 'entente' con la propia naturaleza. En cambio la familia protagonista, personajes presuntamente civilizados que basan su existencia en la rectitud y el orden, finalmente sucumben a la rectitud de unas férreas normas autoimpuestas para que aflore es aspecto más bestial de ellos mismo: el padre, que presuntamente se rige por el más estricto código moral, miente a su mujer y agrede físicamente  su propia hija; su propia esposa es incapaz de sentir afecto por su hija adolescente y se recrea de forma enfermiza en la culpa y la autoindulgéncia; Thomasin, pese a sus intentos de mantenerse firme y fiel al código moral que le impone su propio padre, termina por sucumbir a la tentación del Diablo; su hermano Caleb, que muestra un precoz deseo sexual por Thomasin, cae víctima de la seducción de la bruja... En última instancia "La bruja" encierra una lúcida crítica al fanatismo religioso como raíz de muchos de los males de este mundo, por eso su discurso es plenamente vigente, por eso resulta plenamente aterrador.

Hablaba más arriba de los elementos folklóricos a partir de los cuales Eggers ha construído su película, pero no podemos obviar de ninguna forma los referentes cinematográficos que ha utilizado para darle forma: Ingmar Bergman, Carl Theodor Dreyer, Lars von Trier y Stanley Kubrick. De Bergman y Dreyer utiliza su naturalismo pictórico y el ritmo pausado, casi cadencioso, de la narración; de Kubrick toma su elaborada construcción formal y el gusto por el esteticismo. Eggers se hermana con Bergman en cuanto a la crudeza expositiva, que a mí me recuerda en ocasiones a "Gritos y susurros". Eggers, a la manera del Dreyer de "Vampyr", integra el elemento fantástico en un relato de corte realista, aunque retuerce intencionadamente el discurso sobre la fé que Dreyer exponía en "Ordet (La palabra)", para acercarlo más al nihilismo desencantado y pesimista del "Antichrist" de Lars Von Trier. Eggers no se conforma con hacer un film de terror al uso, y de igual manera a cómo hacía Kubrick en "El resplandor", su intención es indagar en la raíces del mal; la diferencia radica fundamentalmente en que mientras Kubrick buscaba un origen sobrenatural, Eggers busca un origen terrenal, y por lo tanto psicológico y social.  El acercamiento de Eggers a Kubrick es más formal que moral o idelógico, si bien su uso cromático de la luz remite, salvando las distancias, al "Barry Lyndon" de aquel. Tal como lo expongo podría pensarse que "La bruja" no es más que un pastiche que cocina en un mismo cazo todo un cúmulo de referentes multiculturales. Aunque así fuese hay que decir que lo hace con inteligencia, de manera harto original, y sobre los sólidos cimientos de un guión extraordinariamente bien construido y expuesto en imágenes de manera modélica. Eggers nos busca en ningún momento ser dogmático o aleccionador. No busca convencernos de su toma de postura, sino que la expone de tal forma para que sea el propio espectador el que saque sus propias conclusiones. Y para ellos se vale de un hábil discurso narrativo que bascula constantemente entre lo real y lo onírico. No sabemos en ningún momento si todo lo que estamos viendo es real o es tan solo producto de la imaginación de los protagonistas y la histeria colectiva. El factor de aislamiento autoimpuesto de la familia, ¿no podría ejercer una nefasta influéncia psicótica en los mismos? El final del film, cuando Thomasin 'habla' con el macho cabrío (¿el Diablo?), ¿es real o tan solo producto de una imaginación demasiado activa? La imagen final que cierra el film, desconcertante como pocas, ¿pretende mostrarnos algo que está ocurriendo en verdad o es tan solo un recurso metafórico que nos habla de los logros de su protagonista?

Podríamos seguir buscando los muchos referentes (folklóricos, literarios, pictóricos, cinematográficos...) que encierra un film como "La bruja". Podríamos también extendernos analizando las múltiples lecturas que esconde. Sin embargo hay una que se me antoja particularme atrevida: la visión que Eggers nos regala sobre la figura femenina. En el film ésta está representada por 3 personajes: Thomasin, su madre y la bruja del título. Thomasin bascula moralmente entre las otras dos: su madre representa la tradición, el orden, la civilización, pero también la sumisión a la figura masculina, al padre de familia que se erige como máximo exponente de una sociedad patriarcal; por el contrario la bruja representa la libertad, sexual y de pensamiento, el libre albedrío. En la tradición católica, de caracter marcadamente misógino, la figura femenida ha sido siempre relegada a un segundo plano, a un papel de sumisión a la figura masculina. En la mitología pagana el simbolo del diablo, en pentáculo invertido como representación de la cabeza de un macho cabrío, es el lema del "haz lo que quieres", la libertad en su máxima y más peligrosa acepción. Históricamente la religión católica se ha esforzado por reprimir y eliminar las culturas matriarcales, con una concepción social, política y familiar muy alejada de la tradición cristiana más retrógrada. En esas mismas culturas en las cuales las mujeres ejercían de líderes y governantes, estas eran tachadas de brujas y adoradoras del Diablo, y por lo tanto ajusticiadas de las maneras más cruentas posibles. Así pues "La bruja" encierra también, aunque sea de manera sutil, un discurso de reivindicación feminista, aunque también advierte que esa reivindicación, no importa lo justa o razonable que sea, no va a ser aceptada y tolerada por muchos sectores sociales.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? La lucided de su guion, la fuerza de sus imágenes y la multitud de lecturas que suscita la historia. ¿Lo peor? Que los prejuicios de cierto sector de los aficionados, impidan valorarla como lo que realmente es: una propuesta novedosa, original y necesaria que renueva y amplia los límites de un género, el terror, a veces demasiado constreñido por los convencionalismos.

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