miércoles, 29 de junio de 2016

DEMOLER PARA CONSTRUIR


"Demoler para construir". Ese bien podría ser el lema del protagonista del último film de Jean-Marc Vallée. Dicho personaje, Davis Mitchell, es un broker de una compañía newyorkina que se dedica al negocio bursátil. Un dia, viajando en coche con su mujer, sufre un accidente de circulación. Ella, que conducía el vehículo, fallece, pero en cambio él sale indemne y prácticamente sin un rasguño. Davis no sabe como lidiar con la pérdida, se ve incapaz de sobrellevar el duelo, y el único consuelo que encuentra en su frustración lo hayará en el simple acto de desmontar o destrozar cosas.

Jean-Marc Vallé forma parte de ese cada vez más interesante circulo de directores canadienses que se están dando a conocer en los últimos años. Cánada no es un país que destaque por tener una filmografía particularmente rica o amplia, pero nos ha dado un puñado nada desdeñable de buenos realizadores a los cuales hay que seguirle la pista, con el ya clásico Denys Arcand a la cabeza, cronista indiscutible de la comunidad francófona quebequense en films como "El declive del imperio americano" (1986),  "Las invasiones bárbaras" (2002) o "La edad de la ignorancia" (2007). Circulo al que habría que sumarle por un lado los cada vez más pujantes Denis Villeneuve ("Prisioneros" y la fascinante "Enemy", ambas en el 2013, "Sicaro" en el 2015 y próximamente la secuela de "Blade Runner") y Jean-Marc Vallée ("C.R.A.Z.Y." en el 2005, "Café de Flore" en 2011, "Dallas Buyers Club" en el 2013 y la presente "Demolition" del año 2015), y por otro lado, como no, a l'enfant terrible del grupo, Xavier Dolan ("Yo maté a mi madre" en 2009, "Los amores imaginarios" en 2010, "Laurence anyways" en 2011, "Tom a la ferme" en 2013 o la muy intensa "Mommy" en 2014). Quizás podríamos añadir, ¿por qué no?, a David Cronnenberg en este grupo, pese a haber desarrollado el grueso de su carrera bajo producción americana y particularmente dentro del género fantástico.

Jean-Marc Vallée se dió a conocer en nuestro país con la interesante "C.R.A.Z.Y.", drama generacional que hablaba tanto del despertar sexual de su protagonista, como de la búsqueda de la propia identidad y de las relaciones intergeneracionales. Después estrenaría "Café de Flore", con Vanessa Paradis de protagonista, pero el reconocimiento popular le llegaría en el año 2013 con "Dallas Buyers Club", película que le reportaría sendos premios Oscar a sus dos protagonistas principales (Matthew McConaughey y Jared Leto), además de recibir 2 nominaciones al mejor film y al mejor guión original. Vallée se ha mostrado como un excelente director de actores, y prueba de ello es que conseguiría la nominación al Oscar para las 2 actrices de su penúltimo film hasta la fecha, "Wild", protagonizado por Reese Witherspoon y Laura Dern. La buena mano que tiene el director quebequés con sus actores se materializa de nuevo en esta "Demolition", arrancando extraordinarios trabajos actorales tanto de Jake Gyllenhaall como de Naomi Watts, Chris Cooper y el casi debutante Judah Lewis.

"Demolition" mantiene ciertas constantes que ya estaban presentes en los anteriores films de Vallée: el descubrimiento de la identidad sexual, el enfrentamiento generacional, los problemas de comunicación entre los individuos, el ansia de libertad... Pero en este caso Vallé se decanta por explorar una nueva vía dramática: el duelo y cómo nos enfrentamos a él, elemento que en "Demolition" vertebra la evolución psicológica de los protagonistas.

Davis Mitchell, interpretado con absoluta entrega por un Jake Gyllenhall que cada vez se rebela más versatil y mejor actor, descubre ante el fallecimiento de su esposa que quizás realmente no la amaba. Es ese vacío emocional que le impide expresarse de una manera realmente sincera (muy ilustrativas son las secuencias en que él mismo ensaya en un lavabo intentando provocarse el llanto) lo que le lleva a buscar desesperadamente una vía para intentar sacar fuera sus emociones. La primera es escribiendo una absurda carta de queja a la compañía que gestiona las máquinas expendedoras que se han quedado con su dinero mientras esperaba en el hospital tras el accidente, carta la cual él aprovecha a modo de confesionario para revelar todos aquellos aspectos de su vida que nunca se había atrevido a admitir en voz alta. La segunda vía es primero desmontanto y luego destrozando cosas. Si esta última actúa a modo de catarsis sobre su persona, permitiéndole liberar toda la emoción que llevaba años conteniendo y controlando, atrapado en un matrimonio y un trabajo insatisfactorios, la escritura de la carta dará, contra todo pronóstico, un resultado inesperado al permitirle conectar con una persona que encontrará en él una suerte no ya de alma gemela, pero sí de individuo con el que conecta a niveles muy sutiles de emoción. La receptora involuntaria de la misiva es Karen, madre (el film no aclara si está separada o es madre soltera) de un hijo adolescente y rebelde que está tratando de descubrir su propia identidad sexual, y con quien Davis entablará un curioso entendimiento pese a las diferencias sociales y generacionales.

El acto de destrozar, desmontar y desmantelar al cual el protagonista se somete constantemente como única via de escape a su frustración, es en muchos aspectos un acto simbólico mediante el cual Davis busca escapar de la jaula de oro en el que había vivido encerrado hasta el momento del accidente que acabó con la vida de su esposa. Jaula opresiva que simboliza la comodidad y la seguridad, tanto económica como social, que le aportaban su matrimonio y su trabajo, trabajo que, no podemos pasarlo por alto, le había facilitado su propio suegro.

Más allá de la apertura emotiva que le aporta el personaje interpretado por Naomi Watts, personaje que también busca una salida a una vida sin rumbo claro marcada por la falta de emociones reales, es con otros dos personajes del film con los que Davis establecerá las relaciones más interesantes. Por un lado está su suegro, Phil. Éste, que profesa un amor inconcional hacia su hija fallecida hasta el punto de negarse a ver las faltas y defectos de aquella, confiesa al principio del film que nunca le gustó su nuero. Y sin embargo será en él donde tratará de buscar un acercamiento emotivo tras la desaparición de su hija. Acercamiento que no llegará a producirse debido a las diferentes maneras que tienen él y Davis de afrontar el duelo.

Por otro lado está Chris, el hijo de Karen, adolescente rebelde, provocador y de lengua procaz que está en proceso de descubrir su propia identidad sexual. Su relación con Davis comenzará con el enfrentamiento, explicado desde la desconfianza inicial de Chris y la indiferencia de Davis. Pero poco a poco se irán encontrando en el camino, y en esos encuentros nacerá la comprensión y el afecto que da el reconocerse en el otro las heridas propias.

Jean-Marc Vallée se hermana en compañeros generacionales como Villeneuve o Arcand, o incluso en realizadores más jovenes como Dolan, en su muy cuidada puesta en escena, donde el montaje cinematográfico cobra una importancia capital. Pero quizás se distancia de aquellos en el sentimiento con el cual aborda sus historias. Si en Arcand predomina la ironía, en Villeneuve el pesimismo y la melancolia, y en Doland la furia rebelde, creo ver en Vallée un más acusado optimismo. De hecho la primera parte de "Demolition" está dominada por un nihilismo opresivo que marca distancias con el espectador, incapaz este de empatizar con un protagonista al que el director no duda en retratar inicialmente con una marcada antipatía. Pero poco a poco el dolor, la angustia y la insatisfacción que esconde Davis irán aflorando. Es entonces cuando el protagonista dará muestras de humanidad y es entonces cuando no solo iniciará un acercamiento emocional hacia Karen y su hijo, sino también hacia su suegro, con el cual mantiene una relación inicial de mutuo rechazo. En definitiva lo que nos propone "Demolition" no es sino una lección vital de cómo escapar de nuestras propias cárceles psicológicas y lidiar con los traumas que tratan de llevarnos a la autodestrucción.


En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El trabajo actoral de todos sus protagonistas, y la cuidada labor de  montaje del film. ¿Lo peor? Nada en particular.

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