Franklin J. Schaffner es uno de esos buenos artesanos que ha dado el cine, un director no falto de personalidad propia y que se caracterizó por su eclecticismo a la hora de afrontar los más diversos proyectos cinematográficos. Una de las cumbres de su carrera es sin duda “El planeta de los simios”, film que adaptaba un relato de Pierre Boulle y que se estrenó en 1968. Resulta curioso comprobar como aún hoy en día y pese a los avances técnicos de toda índole de los que ha gozado en cine en las últimas décadas, el film de Shaffner continúa conservando toda su fuerza y su vigencia, y todo ello gracias a la aportación de una serie de brillantes talentos como son la modélica dirección de Franklin Schaffner, la carismática presencia de Charlton Heston, el espléndido trabajo de maquillaje de John Chambers, la impresionante e innovadora partitura de Jerry Goldsmith y, como no, uno de los mejores y más impactantes finales de toda la historia del cine, y que lo han convertido por derecho propio en uno de los clásicos indiscutibles del cine fantástico de todos los tiempos.
En el momento de su estreno el film gozó de una muy buena
acogida tanto comercial como crítica, que le valieron un par de nominaciones a
los premios Oscar de la Academia de Cine, al mejor vestuario y a la mejor
partitura original. No ganó ninguno de ellos pero en cambio sí que se llevó un
Oscar honorífico al trabajo de maquillaje realizado por John Chambers. El éxito
del film propició la realización de 4 secuelas, ninguna de las cuales estuvo a
la altura del primer film de la saga, pero hay que reconocerles cierto ingenio
al servirse de la paradoja temporal para explicar los orígenes de la situación
expuesta en la primera entrega, en la que los simios han adquirido inteligencia
y se han convertido en la especie dominante del planeta, quedando reducidos los
humanos a meros esclavos de limitada inteligencia. Estas secuelas fueron:
- “Huida del planeta de los simios” (1971)
- “La rebelión de los simios” (1972)
- “La conquista del planeta de los simios” (1973)
El éxito de la saga se perpetuaría en una serie de
televisión estrenada en 1974 y que gozaría de 14 episodios, para mayor gloria
de Roddy MdDowall, que interpretaría al simio Galen en la serie, de la misma
forma en que había interpretado a Cornelius y a su hijo César en las diferentes
entregas cinematográficas.
En el año 2001 Tim Burton perpetraría un remake del film
original, de nuevo con el título “El planeta de los simios”, por mucho que su
director insistiese en llamarlo una ‘re-imaginación’ de dicho film. Lo cierto
es que sin lugar a dudas “El planeta de los simios” es lo más flojo de toda la
carrera de Burton y quizás lo único que merezca la pena ser recordado sea el
estupendo trabajo de maquillaje que transformaba a Helena Bonahm Carter, Paul
Giamatti o Tim Roth en expresivos simios parlantes.
Mucho mayor ingenio mostraría Rupert Wyatt en 2011 cuando
estrenó lo que podría considerarse un reboot de la saga con el título de “El
origen del planeta de los simios”. Consciente de la imposibilidad de repetir el
impacto del film de Schaffner y su mítico final, Wyatt optó por reiniciar la
saga a partir del film “La rebelión de los simios”, dirigido por J. Lee
Thompson en 1972, y en el cual se narra cómo César, el hijo de Cornelius y Zira,
inicia la rebelión que llevará a los simios a convertirse en la especie
dominante del planeta. En el film de Wyatt veremos como la búsqueda de un
fármaco capaz de curar el mal de Alzheimer llevará a desarrollar un virus que
al mismo tiempo que potencia el desarrollo intelectual en los simios provocará
la diezma de la especie humana. Wyatt exhibió genio y buenas maneras en su
puesta en escena y nos regaló un film ágil, con las suficientes dosis de
emoción y entretenimiento como para hacernos olvidar el fallido intento de
Burton de resucitar la saga. Mención especial merece el trabajo actoral de Andy
Serkis, que se prestó a la ardua y pesada labor de realizar la captura de
movimiento para dar vida a César, el chimpancé que roba todo el protagonismo a
la estrella James Franco. Serkis ya tenía experiencia en esta lides tras haber
dado vida al Gollum de “El señor de los anillos” (donde además del trabajo meramente
físico de captura de movimiento realiza una prodigiosa creación gracias a su
impresionante trabajo vocal) y al “King Kong” de Peter Jackson.Su trabajo y el
de los técnicos de efectos especiales logran dotar de una expresividad
asombrosa a César y el resto de los simios digitales que aparecen en el film.
Ahora es Matt Reeves quién se pone tras la cámara para
realizar la secuela de dicho film, con el título de “El amanecer del planeta de
los simios”, y lo cierto es que no se echa en falta la presencia de Wyatt.
Reeves, curtido en televisión y que ya había mostrado buenas maneras en la
realización de largos con “Monstruoso” (2008), lleva a cabo un trabajo si cabe
aún más dinámico que el realizado por Wyatt en el film precedente, y resulta
asombroso la emoción que es capaz de extraer de las creaciones digitales
(entiéndase los simios) que aparecen en el film. Es indudable que actores como
Andy Serkis (que vuelva a interpretar a César) o Toby Kebbel (que da vida a su
rival, Koba), ponen mucho de su parte, y también que el departamento de efectos
especiales de Weta Digital realiza un trabajo prodigiosos, pero también hay que
reconocer el mérito de Reeves de saber poner los efectos especiales del film al
servicio de la historia y de los personajes, de no recrearse más de lo debido
en las escenas de acción y de buscar en todo momento que los simios digitales se
comporten como actores reales, sacando el máximo partido de su expresividad y
logrando de este modo la empatía con el espectador.
“El amanecer del planeta de los simios” ha gozado de una
buena recepción crítica y comercial en los Estados Unidos, pero también ha
levantado cierta polémica por cuanto ciertos sectores han considerado que
encierra un mensaje de carácter ‘izquierdoso’, y es que hay quien ha visto en
su argumento un ataque directo a la sacrosanta 2ª enmienda de la constitución
americana, aquella que otorga a todo ciudadano norteamericano la libre posesión
de armas de fuego. No son pocas las noticias de tragedias que nos llegan de los
Estados Unidos sobre matanzas indiscriminadas en institutos o lugares públicos,
matanzas perpetradas por desequilibrados en posesión de armas de fuego, siendo
quizás la más tristemente célebre de todas ellas la matanza del instituto de
Columbine, analiza de forma lúcida e inteligente por el realizador de
documentales Michael Moore en su film “Bowling for Columbine” (2002). Este tipo
de trágicos eventos son los que han propiciado el auge en Estados Unidos de un
sector de la población que clama por un mayor control en la venta de armas de
fuego, movimiento por el cual incluso el
presidente Obama ha mostrado un tímido apoyo, movimiento sin embargo al que se
oponen los sectores más conservadores y los defensores de la 2ª enmienda, y muy
especialmente la poderosísima e influyente Asociación del Rifle norteamericana,
y hacen valer su oposición argumentando que todo norteamericano tiene el
derecho a defenderse utilizando armas de fuego precisamente contra aquellos que
perpetran tales aberrantes actos de matanza indiscriminada. ¿Habría menos
matanzas y asesinatos si hubiese un mayor control de las armas de fuego en
manos de particulares? No hay más que fijarse en el país vecino, Canadá, donde
se ejerce precisamente un control más férreo en la venta de armas y dónde, ‘casualmente’,
sus índices de criminalidad son muy inferiores a los que se dan en la mayoría
de grandes ciudades norteamericanas. En cualquier caso es un debate amplio y
complejo y no es mi intención abrirlo en este artículo.
El caso es que buena parte el público ha querido ver en el
film de Matt Reeves una defensa de aquellas posturas que abogan precisamente
por el control en la venta y la tenencia de armas de fuego en manos de particulares.
El film de Reeves narra precisamente el enfrentamiento entre dos sociedades:
una, la integrada por simios, en auge, que busca vivir al margen de los humanos
y rigiéndose por una máxima: ‘un simio no mata a otro simio’; otra, la humana,
en decadencia, que busca desesperadamente recuperar el dominio del planeta. El
grupo de los humanos mantiene el control sobre un arsenal de armas oculto, y
cuando una facción de los simios, se hacen con el control de parte de dicho
arsenal y se enfrentan a los humanos como represalia por las vejaciones
sufridas en el pasado, se desata una guerra en la que no hay vencedores ni
vencidos, solo víctimas y supervivientes.
El guion rehúye cualquier forma de maniqueísmo: ni los
humanos son enteramente malvados ni los simios enteramente buenos. En ambos
bandos hay facciones con posturas encontradas: la postura conciliadora el
personaje interpretado por el actor Jason Clarke, que busca la coexistencia
pacífica entre ambas especies, se contrapone a la representada por el personaje
al que da vida Gary Oldman, que insiste ver a los simios como meros animales,
que deben ser controlados y, si es necesario, exterminados. Del mismo modo
César, el líder de los simios que inicialmente desconfía de los humanos,
comprende la necesidad de colaborar con ellos en aras el bien común y para
asegurar la pervivencia de su propio pueblo, mientras que su rival, Koba, solo
buscan venganza y retribución, y exige mostrar una posición de fuerza frente a
los humanos a los que en un determinado momento del film tratará de esclavizar.
Todo buen film de ciencia-ficción esconde muchas veces un
mensaje que en cierta forma trata de analizar determinados aspectos éticos,
morales, sociales o políticos de nuestro presente. El film de Schaffner
encerraba en el fondo una crítica velada al uso de las armas nucleares, que
propiciaron la extinción y decadencia de la especie humana y la evolución de
otras moralmente más preparadas. El film de Reeves critica la influencia
perniciosa de ciertos aspectos de la ‘moralidad humana’, así como la falta de
control en la tenencia de armas. Es cierto que algunos simios en el film,
especie a la que en un principio se podría considerar más pura y capaz de vivir
en armonía con la naturaleza, exhiben un comportamiento más mezquino y vengativo,
en particular Koba, pero en boca de César también se deja claro que ese
comportamiento es por culpa de la influencia humana (‘odio es lo único que
aprendió de los humanos’, expresa César en un momento del film). Me gustaría
resaltar un aspecto que del film que precisamente muestra un alto grado de
verosimilitud (o el tipo de verosimilitud que puede pedírsele a un film de
género fantástico), y es el que hace referencia al comportamiento de los chimpancés,
animales que normalmente la mayoría de la gente ve cómo mascotas simpáticas e
inteligentes. Pero conviene señalar que los chimpancés es estado salvaje con
animales realmente agresivos y que al contrario que sus primos los gorilas o
los orangutanes, que también aparecen en el film y que son estrictamente herbívoros,
los chimpancés son omnívoros y que en estado salvaje a veces organizan ‘partidas
de caza’ para capturar y matar otras especies de monos menores y poder
alimentarse de ellos. A nadie debería extrañarle, pues, la cruda escena inicial
que abre el film en que los monos liderados por César se lanzan a la
persecución y captura de una bandada de ciervos para poder alimentarse.
Mensajes y polémicas aparte “El amanecer del planeta de los
simios” es un film sumamente entretenido que atrapa al espectador de principio
a fin, con dosificadas y bien filmadas escenas de acción, convenientemente
atemperadas en el metraje con otros momentos más dramáticos y emotivos
(particular atención hay que prestar a la relación entre César y su hijo, que
evoluciona de manera harto convincente a lo largo del film). Bien filmado, bien
escrito, con una ajustada partitura de Michael Giachino, pero muy especialmente
bien interpretado por un conjunto de simios que roban todo el protagonismo a
los humanos, y entre los cuales destacan sin duda alguna los personajes de
César y Koba, a los que dan cuerpo y alma respectivamente Andy Serkis y Toby Kebbel.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Los simios, sin duda, un
prodigio de expresividad se mire por donde se mire. ¿Lo peor? Que la intención
de abrir un debate inteligente sobre el control de la tenencia de armas sea
visto por algunos por un ataque a la inviolable constitución americana.
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