Pero posiblemente su mayor aportación a la historia de la música haya sido su contribución a sacar el jazz, el góspel y el blues de la categoría de música popular para elevarlos a la condición de música culta, gracias especialmente a la repercusión que en su día tuvieron la difusión de algunas de sus obras más relevantes, como la “Rhapsody in blue”, la pieza “An american in Paris” o la monumental ópera “Porgy and Bess”.
Gershwin aúna la tradición del compositor de música para clubs de jazz, con la influencia europea de compositores a los que admiraba como Debussy, Richard Strauss, Stravinsky o Schönberg. George Gershwin, con mínimos estudios formales, quiso profundizar en la composición, ya que sus conocimientos eran más bien intuitivos, lo cual le llevó a viajar a Paris para estudiar composición y allí conoció personalmente a algunos de sus compositores admirados, y según se sabe, fue un gran amigo personal de algunos de ellos. Se cuenta, por ejemplo, que intentó ser discípulo de Ígor Stravinski y cuando éste le preguntó: “¿Cuánto dinero ganó usted el año pasado?”, Gershwin respondió “200.000 dólares2, a lo que Stravinski respondió a su vez “Entonces yo debería tomar clases con usted”. También Ravel se negó a darle clases, argumentando que “perdería su gran espontaneidad melódica para componer en un mal estilo raveliano. ¿Para qué quiere ser un Ravel de segunda, cuando puede ser un Gershwin de primera?”.
Hay quien percibe en Gershwin el sinfonismo de Rachmaninoff. Pero el ritmo exasperado de Stravinky (en ocasiones más cercano al jazz) parece aflorar en algunos pasajes de “Un Americano en París” e incluso el ‘tono pastel’ de Debussy se insinúa en los pasajes de “Porgy and Bess”. Pero a diferencia de otros compositores americanos como Barber o Aaron Copland, que profundizaron en las raíces de la tradición musical americana, Gershwin quiso aproximarse al estilo europeo, que el compositor americano consideraba más ‘serio’, en contraposición del estilo más ‘lúdico’ que imperaba en la música americana, particularmente en el jazz, el blues o el ragtime, donde el ritmo se impone a la melodía y donde la improvisación juega un papel importante. Sin embargo el resultado es un mestizaje en que se funden ambas tradiciones, la sería del viejo continente y la más lúdica del nuevo, la música culta y el sinfonismo con el jazz y la tradición de la música popular. Todo ello le llevó a convertirse en uno de los músicos más populares y admirados de su época.
Fecha señalada en este sentido fue la del 12 de febrero de 1924, cuando estrenó en el Aeolian Hall de Nueva York su célebre "Rhapsody in Blue". Inicialmente la obra despertó cierta polémica, algo bastante común en los estrenos de las obras de muchos compositores del siglo XX (sino que se lo pregunten a Debussy o Stravinski), pero en poco tiempo consiguió hacerse con un puesto en el repertorio de los mejores solistas y las más destacadas orquestas. Pese a todo el éxito de su famosa rapsodia no hizo olvidar a Gershwin sus numerosas lagunas técnicas, por lo que prosiguió sus estudios musicales con la intención de enriquecer su estilo y abordar metas más ambiciosas.
Su viaje a Paris para profundizar en el estudio de la música y la composición le inspiraron a componer la pieza “Un americano en Paris”, inmortalizada en el cine por Vincente Minelli en 1951, e interpretada por Gene Kelly y Leslie Caron.
En 1935 Gershwin estrena su ópera “Porgy and Bess”, un retrato de la vida de una comunidad negra en el sur de Estados Unidos. A pesar de algunas dificultades iniciales debido a su carácter inusual, que se aparta de la tradición clásica operística para fusionar el jazz y el espiritual con el sinfonismo europeo, ”Porgy and Bess” se impuso rápidamente en los escenarios de todo el mundo y hoy es la ópera estadounidense por antonomasia. La ópera está basada en la novela y la obra teatral de Dorothy y Du Bose Heyward. Una vez que Gershwin consiguió el argumento, se dirigió en tren al Sur y alquiló una cabaña en una isla cercana a Charlestonw, junto con DuBose Heyward, autor de la obra y del libreto, realizado en colaboración con Ira Gershwin.
Originalmente “Porgy & Bess” se sitúa en los barrios marginales de Charlestown (Carolina del Sur), donde las notas de jazz y de blues ponen voz a las almas de los protagonistas, y nos muestra una realidad escondida de la sociedad norteamericana, donde la pobreza, la desesperación y la falta de escrúpulos empujan a los protagonistas hacia su destrucción. De entre todos ellos, sin embargo, destaca Porgy, el único personaje que lucha verdaderamente por lo que ama y que hará todo lo posible para ayudar a la Bess a redimirse y a alejarse de las malas compañías.
Ahora llega al Gran Teatre del Liceu la producción de la Cape Town Opera Company dirigida por Christie Crouse, y que ha despertado una gran admiración en su gira europea. “Porgy and Bess” fue estrenada en el Liceo en 1955 y cuya última representación en Barcelona fue en 1982, por lo que este nuevo estreno ha generado no pocas expectativas.
En esta ocasión la acción se traslada de los barrios marginales del sur de Estados Unidos a un de Sudáfrica de los años setenta, para continuar narrando la historia de amor de Porgy, un inválido bueno y generoso, por Bess, una mujer desvalida y drogadicta que busca protección y una vida mejor. La propia directora ha defendido que los EEUU -lugar donde transcurre originariamente la obra- y Sudáfrica tienen muchas conexiones y puntos en común en ámbitos como el jazz o la religión.
No soy ni mucho menos un experto en ópera, pero sí soy un incondicional de la música de Gershwin y debo reconocer que "Porgy & Bess", junto con la "Rapsody in blue" y "An american in Paris" son sus opus magna. En caso es que ayer disfruté muchísimo con la representación de esta obra por parte de la Cape Town Opera en el Liceo. La idea de traslada la acción original a un barrio de Soweto es original y soporta perfectamente el cambio de escenario y la escenografía es sencillamente espectacular. Y en cuanto al reparto, si bien Nonhlanhia Yende muestra verdadera entrega en su papel de Bess, las limitaciones de su voz quedan a veces expuestas de forma muy manifiesta; mucho más entonada se mostró Tina Mene haciendo una impresionante Serena, en especial con el ária "My man’s gone now"; Tshepo Moegi, interpretando a Sportin' Life, no ofrece la potencia que necesita un aria tan conocida como "It ain’t necessarily so", pero en el reparto masculino cualquier falta la suple un impresionante Xolela Sixaba dando vida a Porgy, simplemente conmovedor, y que se recibió el aplauso más cálido y largo por parte del público.
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