lunes, 1 de mayo de 2017

EL CREPUSCULO DE LAS DIOSAS


Una de las series televisivas que más satisfacciones me ha dado últimamente es "Feud: Bette and Joan", la última apuesta televisiva de Ryan Murphy para la pequeña pantalla.

Es obvio que a Murphy le gusta la provocación. Una de las primeras producciones que le granjeó cierta popularidad fué "Nip/Tuck", serie dramática en torno a dos hermanos cirujanos plásticos en Los Angeles, que cuestionaba el culto a la imagen y la belleza de cierta parte de la sociedad americana. La serie arrancó con una interesante primera temporada, no exenta de cierta carga crítica, pero lamentablemente se decantó hacia el exceso en las temporadas sucesivas. Su siguiente producción, "Glee", un musical en torno a un grupo de estudiantes marginados de un instituto del medio oeste americano que deciden formar un grupo coral, no estaba tampoco exenta de ironía, expuesta muy especialmente a través de un personaje tan políticamente incorrecto como la entrenadora Sue Sylvester (brillantemente interpretada por Jane Lynch. Desgraciadamente a partir de su segunta temporada, y aún manteniento la brillantez en la presentación de sus número musicales, se decantó hacia un tono cada vez más edulcorado y cargante. Similar apreciación se podría hacer de "American Horror Story", serie de antologías que repasaba algunos de los lugares comunes del cine de terror (las casas encantadas, los manicomios, los circos de fenómenos...), que ya desde sus primera temporada mostraba su gusto hacia el exceso y su escaso respeto por la coherencia narrativa; aún así se le perdona a Murphy algunos de sus errores solo por poder disfrutar de escuchar a Jessica Lange entonando el "Life of Mars" de David Bowie). No he visto su "American Crime Story", que en su primera temporada estaba centrada en el afamado caso "The People vs O.J. Simpson", pero sí su última producción "Feud", que pretende revisar algunos de las rivalidades más conocidas de la historia contemporánes, y que en esta primera temporad "Bette and Joan" se centra en la rivalidad surgida entre las míticas Bette Davis y Joan Crawford a partir de su coincidencia en la producción "¿Qué fué de Baby Jane?", uno de los mejores y más populares títulos de Robert Aldrich.


Ya los títulos de crédito de la serie, que homenagean brillantemente los grafismos de Saul Bass para los films de Alfred Hitchcock, y que están acompañados con un inspirado tema de corte clásico compuesto por Mac Quayle que evoca las sonoridades de Bernard Herrmann, son toda una declaración de principios.


Soprende la elegancia de la puesta en escena de esta serie, alejada de los excesos a los que nos tenía acostumbrados Murrphy en otras producciones suyas. El cuidado con que se recrea el ambiente, el vestuario y el glamour de la época es sencillamente esquisito. Murphy pone un especial mimo en recrear las escenas de las producciones cinematográficas o intervenciones televisivas en las que participaron los protagonistas del Show, copiando en muchos casos el plano y el encuadre con exactitud milimétrica. Así pues en la serie veremos aparecen en intervenciones episódicas a gente como Dean Martin, Frank Sinatra, Anne Bancroft, Vicent Price, Maximiliam Schell, Joseph Cotten, George Cuckor, Geraldine Page, Gregory Peck, Marilyn Monroe...

Y para muestra, un botón. Os recomiendo ver el siguiente vídeo donde se puede apreciar el espectacular trabajo llevado a cabo en la serie:


Pero todo ese mismo caería en saco roto sino estuviese respaldado por las ajustadísimas intervenciones de su elenco protagonista: el siempre brillante Alfred Molina dando vida al director Robert Aldrich, el no menos efectivo Stanley Tucci en la piel de Jack Warner, una recuperada Judy Davis interpretando a la chismosa oficial del momento, la vitriólica Hedda Hooper, Katherine Zeta-Jones aportando las notas de glamour en su papel de Olivia de Havilland, una descacharrante Jackie Hoffman como 'mamacita', la rígida asistente personal teutona de Joan Crawford, o Dominic Burgess completamente mimetizado como el gran Victor Buono... Pero sobretodo, brillando por encima del resto del reparto, dos auténticos monstruos interpretativos como Susan Sarandon dando vida a Bette Davis, y Jessica Lange interpretando a Joan Crawford.

Quizás Sarandon le gana la partida a Lange en cuanto a su similitud con el personaje original. Su pose, sus gestos, su entonación, su voz, todo ella es una copia exacta de la gran Bette Davis, con la que comparte la expresividad de sus grandes ojos; no se me ocurre otra actriz mejor para el papel. El trabajo de Lange quizás no sea tan mimético, pero por el contrario está más cargado de matices, en especial cuando Jessica Lange tiene que recrear los momentos más patéticos de la diva la final de su carrera.

Hay escenas absolutamente magistrales en esta serie, y no me resisto a destacar tres: una, el momento en que Bette Davis /Susan Sarando aparece carecterizada por primera vez en el set de rodaje com Baby Jane; su entrada a está planeada como una escena de suspense, ocultando su caracterización final al espectador hasta el último momento, en que hace una reverencia a Aldrich, Crawford y por ende al mismo espectador; absolutamente brillante. La segunda escena es aquella en que, visionando una escena final de "Baby Jane", aquella en que una esperpéntica y decrépita ex-niña prodigio se mira en un espejo y arranca a llorar, a la própia Bette se le escapa una lágrima al verse reconocida en su personaje y entender que se encuentra en los albores del ocaso de su carrera.Y la tercera escena es la ensonación de Craword/Lange en el último episodio, que la reune con su amiga Hedda Hopper, su protector Jack Warner y su eterna rival, Bette Davis; es un momento en que ambas divas expresan una reconciliación que nunca llegó a ocurrir, un momento de una enorme tristeza que termina revelando la cara más patética de una actriz que estuvo en lo más alto y que finalmente se vió relegada, por culpa de la edad, a papeles puramente alimenticios para sobrevivir en un industria que siempre ha destacado por su actitud manipuladora y su indisimulado machismo, aspectos fácilmente reconocibles en el corrosivo y sibililino Jack Warner que interpreta Stanley Tucci.

Una muy cuidada ambientación, unas interpretaciones magistrales y también un guión modélico que combina drama, patetismo, ironía, humor y diálogos absolutamente brillantes, en especial en la puyas que de manera más o menos sutil se lanzan Bette y Joan o en las réplicas de una y otra en detrminados momentos: "La rivalidad no se sustenta en el odia, si no en algo más hondo, el dolor"; "No fué a tí a quién el robaron el Oscar en 1951, sino a Mrs. Gloria Swanson" (en alusión al Oscar que no se llevó Bette por "Eva al desnudo"... tampoco Gloria Swanson por "El crepúsculo de los dioses" sino 'una deliciosa Judy Holliday" en palabras de la Crawford); "- ¿Qué se sintió al ser considerada la mujer más hermosa? - ¿Fué glorioso?"; "Dejaré de preocuparme por mi aspecto cuando me metan en formaldehido".

En última instancia "Feud", bajo la excusa de narrar una historia de rivalidad, en el fondo es una historia de supervivencia, la de dos mujeres en el ocaso de sus carreras, una considerada la mujer más bella en su juventud, otra la actriz más completa. Lo que las unía era mayor que los separababa, pero ambas acabaron siendo victimas de una idustria machista que publicitó y azuzó su rivalidad en aras de conseguir una mayor atención mediática. Joan Crawford fué una diosa que surgió del barro y que sacrificó muchas cosas para alcanzar su divididad. Ella es la diva más frágil, la más patética y por ello resulta doblemente doloroso verla al final de su carrera humillarse en olvidables producciones de serie B. Bette Davis, por el contrario, fué una diva más terrenal, una outsider que no dudaba en poner un auncio en Variety buscando trabajo de actriz. Ella aguantó mucho más en la industria pero tampoco ocultó su resentimiento hacia aquellas actrices menos talentosas pero más agraciadas que consiguieron por la vía rápida aquello que a ella tanto le costó. "Eres una actriz de caracter porque nunca fuiste bella" le espeta Crawford a Davis en un episodio. Ambas fueron divas imperfectas, grandiosas, orgullosas pero heridas, condenadas a entenderse pero incapaces de hacerlo.

"Feud" refleja el ocaso de dos estrellas a las que el tiempo, pero sobretodo la actitud de una industria que nunca ha dejado envejecer a sus actrices, no ha perdonado. En el fondo no es algo tan alejado en la sociedad actual.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Todo: las interpretaciones, el guión, la historia, la ambientación... ¿Lo peor? Nada.

Y Ryan Murphy promete continuar poniendo toda la carne en el asador: la próxima temporada de "Feud" se centrará en Lady Di y el príncipe Carlos.

jueves, 23 de marzo de 2017

EL VIEJO LOGAN

PRIMERO, PONGÁMONOS EN CONTEXTO...

Aunque Lobezno debutó en un hoy mítico episodio de "Hulk" en el que se enfrentaba al coloso esmeralda, no sería hasta su incorporación a la formación de los X-Men (o Patrulla-X para los aficionados españoles) que alcancaría cierta notoriedad. Esta incorporación se produjo allá por el 1975 en el no menos mítico Giant Size de los X-Men titulado "Segunda génesis".

Dave Cockrum, dibujante de la colección, se encargaría de 'afinar' el diseño original de Herb Thrimpe, en particular la que durante mucho tiempo fue su característica máscara. Pero Cockrum tenía cierta antipatía por el personaje, al que consideraba demasiado salvaje y malcarado. Sus simpatías las reservaba al que rápidamente se convirtió en su hombre X favorito, Rondador Nocturno. El guionista Chris Claremont, que se encargaba el título en aquellos gloriosos años, era conocido entre otras cosas por buscar siempre el máximo grado de entendimiento con los dibujantes con los que colaboraban, así que no tuvo mayor inconveniente en ceder a los deseos de Cockrum y otorgar a Rondador Nocturno un protagonismo preponderante. Juntos suavizarían los rasgos inicialemte deomiacos de Kurt Wagner: Cockrum dulcificaría su expresión y Claremont le dotaría de un caracter más alegre y optimista. Respecto a Lobezno, tal era la inquina que inicialmente sentía Cockrum hacia él que le propuso a Claremont liquidarlo en alguna aventura.

Pero en el número 109 de la colección Cockrum, a causa del agotamiento, cedió los lápices a John Byrne. Byrne, inglés de nacimiento pero canadiense de adopción, sintió una inmediata inclinación hacia Lobezno, que, recordémoslo, es de nacionalidad canadiense. Byrne se empeñó en potenciar la popularidad de Lobezno, y Claremont no puso objeción alguna. Poco a poco fueron introduciendo elementos que lo harían más atractivo a los lectores, más allá de la idea de mutante salvaje y de 'garra fácil'. Descubriríamos que Lobezno tiene un pasado oculto, se harían menciones a sus trabajos como espía y mercenario, sus conexiones con Japón (descubriríamos que habla japones de forma fluida), su facilidad para entenderse con cierta especies animales (particularmente los felinos)... Veríamos un Lobezno más complejo, más misterioso y también más humano. Lobezno, o Logan, como lo conoceríamos prontamente, es un individuo con una acusada lucha intenterna, en la que su humanidad trata siempre de sopreponerse a su instinto animal. También descubriríamos que es capaz de sentir pasión (está secretamente enamorado de Jean Grey, su compañera de equipo) e incluso ternura (de especial delicadeza es el trato que mantiene con la aristócrata Mariko Yashida). Al margen de rasgos distintitivos (fuma puros y bebe cerveza) descubriremos otra serie de aspectos del personaje que lo hacen mucho más rico: su sentido del honor y de la amistad (en particular hacia sus compañeros Coloso y Rondador Nocturno), pero también su rudeza y su furia contenida (notoria es su rivalidad hacia Scott Summers, alias Cíclope y novio de Jean Grey).

El primer punto de inflexión en el desarrollo del personaje lo tendremos durante la "Saga de Fénix Oscura", en el número 133, titulado precisamente "Lobezno solo". No solo porque veremos a un Lobezno más salvaje que nunca, sino porque protagoniza en solitario buena parte del episodio, demostrando que puede llevar sobre sus espaldas la responsabilidad de erigirse en personaje protagónico. Sin duda este episodio fué el primero que marcó la ascensión del personaje al estrellato, y uno de los que más contribuyó a incrementar su leyenda.
Más tarde, durante la saga de "El Nido", Lobezno protagonizaría un episodio de La Patrulla-X completamente en solitario, el nº 162. Además las particularidades de la trama (Lobezno se alla abandonado en un planeta alienígena rodeado de depredadores de todo tipo), permite al guionista Chris Claremont mostrarnos un Lobezno completamente desatado, como nunca lo habíamos visto hasta la fecha. Podría decirse que dicho episodio fue una prueba de fuego que venía a demostrar que Lobezno, cuya fama ya estaba completamente consolidada, era capaz de llevar en solitario en peso de una historia sin las aportaciones de sus compañeros de equipo.

En los años 80 Marvel Comics estab experimentando con nuevos formatos, novelas gráficas y miniseries, en los cuales podía desarrollar tramas al margen de la continuidad habitual de sus colecciones o centradas en personajes de nuevo cuño u otros a los cuales se les suele reservar un papel más secundario. Una de las primeras miniseries que publicaría Marvel estaría dedicada, como no, a Lobezno. Publicada en 1982, la guionizaría Chris Claremont, Frank Miller, que estaba realizando una labor magistral en Daredevil, se encargaría de los lápices aplicando su particular y cinético sentido de la narrativa, Josef Rubinstein se encargaría del entintado, dotando de un acabado más elengante a los lápices de Miller, por encima del muy eficaz pero siempre tosco acabado del habitual Klaus Janson, y Glynis Wein pondría la guinda del pastel aplicando el color final. Un auténtico dream team del momento, que daría como resultado una pieza maestra, en mi personal opinión lo mejor que nunca se ha escrito sobre el personaje.

 "Lobezno: Honor", como posteiormente se acabaría conociendo este trabajo, trataba de ahondar en las conexiones de Lobezno con el país del sol naciente (conocida es la predilección de Frank Miller hacia la cultura nipona) y profundizaba en la dicotomía hombre/bestia del personaje, comfrontándolo a los antagonistas femeninas de contrastado caracter: la dulce y sumisa Mariko Yashida, sometida al deber autoimpuesto hacia su familia y su apellido, y la salvaje Yukio, un alma libre y sin ataduras. Esta miniserie no solo contribuiría a enriquecer y ampliar el caracter del personaje, sino que además aclararía algunos aspectos de su naturaleza mutante (en especial todo lo que hace referencia a su factor de curación), y nos presentaría en última instancia lo que durante mucho tiempo ha sido la quintaesencia del personaje.

Aún así, si bien el misterio en torno a su origen ha sido uno de los rasgos definitorios de Lobezno, no se puede mantener a los lectores ignorantes durante mucho tiempo cuando éstos demandan saber más de uno de sus personajes favoritos. En los años 80 Lobezno era ya una estrella, disputándolo al mismísimo Spider-man el título de personaje más popular de la Casa de la Ideas. Así pues el mítico dibujante Barry Windsord-Smith asumió en 1991 la tarea de aclarar alguos aspectos del origen de Logan y lo hizo en un proyecto serializado en la colección Marvel Comics Present, que llevaba por título "Arma-X".


En las páginas de La Patrulla-X ya se habían ido aclarando algunos momentos cruciales del pasado de Lobezno. Sabíamos que había tenido un pasado duro, que había sido 'adoptado' por el matrimonio formado por James Hudson (futuro lider de Alpha Flight con el nombre código de Guardián) y su esposa Heather, que Hudson lo integraría en un proyecto auspiciado por el servicio secreto canadiense donde Logan recibiría el nombre código de 'Arma-X' y dónde recibiría sus afamadas garras y su esqueleto de adamantium. Sabíamos pues que tanto su esqueleto como sus garras no eran de origen natural, sino un inserto artificial, y que por lo tanto sus poderes mutantes residían en una fuerza y reflejos superiores, unos sentidos hiperagudos y, muy especialmente, un factor de curación que hacía que cualquier herida, envenenamiento o enfermedad sanase a una velocidad de vértigo.

Así pues Barry Smith parte de esas premisas para  explicarnos las circunstancias en las que Logan adquirió sus garras y su esqueleto metálicos. Smith aplica su virtuosismo para el dibujo (de clara influencia pre-rafaelita) y construye un relato alambicado que nos sumerge en la mente del protagonista y su lucha interna para mantener su humanidad y sobreponerse a la bestia que yace en us interior. Barry Smith juega con las percepciones de forma intencionada, haciéndonos dudar de hasta que punto lo que estamos leyendo es algo real o algo que forma parte de la mente del protagonista.

'Arma-X' se convertiría en otra de esas obras de culto dentro del devenir del personaje, y posiblemente en el último gran relato sobre el mismo. A finales de los 80 Chris Claremont ya comenzaba a dar muestras de agotamiento en la franquicia mutante, y no sabía muy bién hacia donde evolucionar sus personajes. Buena muestra de ello es el personaje de Tormenta, que tras tener una evolución modélica que la convirtió en uno de los miembros más fascinantes del grupo mutante (primero asumiento sorpresivamente las labores de liderago, luego con un radical e inesperado cambio de imagen y actitud, finalmente con la pérdida de sus poderes, que hizo que no solo no perdiese interés, sino que lo enriqueciese aún más), finalmente iniciaría un camino hacia el estancamiento y la involución cuando recuperó sus dones en la saga "La caída de los mutantes". Lobezno, en las manos de Claremont, fué otro de esos personajes que terminó por acabar estancado.

Tras la marcha de Claremont de los título mutantes por diferencias creativas con la editorial, sus personajes y colecciones cayeron en manos de otros autores que no solo fueron incapaces de ofrecer un punto de vista original o novedoso sobre los mismos, sino que introdujeron cambios que, como poco, iba a ser bastante discutibles. Lobezno posiblemente fué el personaje que más perjudicado se vió en dicha tesitura. Los 90 y los años posteriores fueron una época, en general, de perdida de calidad e interés en los títulos de superhéroes de Marvel Comics. Lobezno, siendo el personaje marvelita, junto con Spider-man, de la Casa de las Ideas, fué sometido a una sobreexplotación que acabó con la paciencia de muchos lectores. Si el trepamuros protagonizaba 3 o 4 series mensuales y aparecía como invitado especial en otros títulos de la editorial, Lobezno no le iba a la zaga. Para hacernos una idea: el mutante de las garras de adamantium ha formado parte de la Patrulla-X, X-Force, los Vengadores e incluso los 4 Fantásticos, y durante una larga temporada ha simultaneado su pertenencia a 3 grupos distintos a un mismo tiempo (X-Men, X-Force y Vengadores) a la vez que protagonizaba sus propias aventuras en solitario en su propia colección, lo que dió pié a un socarrón episodio en el que se mostraba la complicada agenda semanal del mutante. Lobezno parecía haber desarrollado un nuevo poder mutante: el don de la ubicuidad.

Si esta sobreexplotación incidía en una sensación de agotamiento sobre el personaje, no menos irritantes (en mi opinión personal) resultaban algunos cambios aplicados en cuanto a su naturaleza y origen. Sus inicios sería reescritos en varias ocasiones, insistiendo en que lo que ya conocíamos sobre el personaje era falso, poniendo así a prueba la paciencia de muchos lectores. Pero aún más burdas resultaban algunas de la revisiones en cuanto a la naturaleza intrínseca del mutante, como el hecho de que Lobezno poseía unas garras de hueso naturales y que el adamantium era solo un revestimiento de las mismas, o aquella otra que nos intentaba convencer que gracias a su factor de curación Lobezno era prácticamente inmortal y mucho más viejo de lo que aparentaba, situando su origen en los albores de la guerra de la independencia americana.

Reconozco que en aquel mometo me apeé del personaje y de las colecciones mutantes porque no me convencían los cambios que me porponían, y no sería hasta mucho más tarde cuando volvería a reencontrarme con el 'viejo Logan'.

LAS VERSIONES CINEMATOGRÁFICAS... 


Mientras Lobezno deambulaba con mayor o menos fortuna por diversas colecciones marvelitas, en el año 2000 se estrena la primera adapción en la gran pantalla de un comic Marvel de superhérores. Obvio naturalmente sub-productos previos que adaptaban con mediocres resultados a Spider-man, los 4 Fantásticos o el Castigador. "X-men", dirigida por Bryan Singer, inagura la edad de oro de los comics Marvel en las salas cinematográficas. No me extenderé de nuevo en los problemas de derechos que sobre los personajes Marvel se reparten Marvel Studios, Fox y Sonny Pictures. Sí recalcaré que no deja de ser curioso que en vez de optar por personajes más icónicos de la casa de las ideas (Spider-man o el Capitán América) el pistoletazo de salida se hiciese con un grupo de personajes que si bien eran los más vendidos de la editorial y los más populares entre los aficionados, no eran tan conocidos por el gran público y más aún por aquellos que no tienen ningún conocimiento del mundo de los superhéroes. Más o menos casi todo el mundo sabe quienes son Batman, Superman o Spider-man, pero ¿Lobezno? ¿Tormenta? ¿Cíclope? Esta primera producción no estaba exenta de riesgos, pero afortunadamente estos se saldaron con un considerable éxito de taquilla.

Este primer acercamiento de Brian Singer a la franquicia mutante no estaba exento de interés. Singer no deja de ser un artesano más o menos inspirado, sin una puesta en escena particularmente original ni una visión cinematográfica especialmente personal. Sus virtudes se muestran antres sobre el papel que detrás de la cámara y es ahí donde logró sus mayores aciertos en este primer film, al dotarlo de un enfoque socio-político buscando enfrontar las posturas idelógicas de Charles Xavier y Magneto, que como ya comenté en una ocasión pueden verse como trasuntos de Martin Luther King y Malcom X respectivamente. Es discurso lo conservó y amplió en la secuela de ester primer film.

Dejando a un lado interpretaciones de cualquier tipo, uno de los puntos fuertes de esta adaptación cinematográfica residía en el acierto de parte de su casting. A mí personalmente Halle Berry me parece una actriz mediocre, y carece de la fascinación que se supone a un personaje como Tormenta (modelos como Iman o Tyra Banks se acercan muy más a la 'divinidad' de Ororo); por otro lado James Mardsen es un actor bastente insípico, aunque también hay que admitir que poco podía hacer con un Cíclope tan desdibujado como el de este primer film. Ana Paquin es una actriz solvente y Famke Jansen, pese a lo limitado de su registro, tiene una presencia siempre fascinantes. Quienes realmente destacaban en el elenco eran, por un lado, Sir Ian McKellen derochando clase e ironía británicas, Patrick Stewart demostrando su saber estar, y un hasta entonces poco conocido Hugh Jackman haciendo valer un insospechado carisma.

"X-Men" lanzó a Hugh Jackman al estrellato y el australiado interpretaría al personaje de Lobezno en 7 ocasiones más incluyendo sendos cameos no acreditados en "X-Men: Primera generación" (2011) y "X-Men: Apocalipse" (2016). En el interín, en el 2009 Jackman interpretaria el primer film de Lobezno como protagonista en solitariom, "Lobezno: Orígenes", al que seguirían 2 secuelas más en el 2014 y ahora en 2017 con "Logan". Conviene señalar que si bien Marvel Studios siempre ha puesto un especial cuidado en mantener la cohesión interna de todas sus producciones, que funcionan como un todo perfectamente integrado, incluyendo productos televisivos como "Agentes de S.H.I.E.L.D." o "Agente Carter", Fox, propietaria de casi toda la franquicia mutante, ha preferido mantener la independencia argumental de cada uno de sus títulos. En este sentido, tratar de ordenar cronológicamente los diferentes títulos dedicados a los X-Men sin incurrir en inconsistencias de algún tipo (con personajes que se repiten pero que tienen un tratamiento diferente, por ejemplo, como sería el caso de Emma Frost, Deadpool, Mística, Dientes de Sable o los propios Xavier o Magneto) es una tarea condenada al fracaso.

En cualquier caso es innegable que la carrera de Jackman debe mucho a Lobezno, y el actor australiano no solo no reniega de él sino que siempre ha manifestado su agracecimiento hacia el personaje. Para mucho aficionados actor y personaje ya están unidos de forma indeleble, lo que no deja de ser curioso, por que en los comics Logan es bajito (poca más de 1,60 m.), malcarado y de rasgos duros, mientras de Hugh Jackman suepra el metro noventa y es innegablemente atractivo.

LAS FUENTES DE INSPIRACIÓN...

La primera aproximación de Mark Millar al personaje de Lobezno, aquella saga titulada "Enemigo del estado", era tan exagerada que rozaba la caricatura. Poco después, en el año 2008, volvería a retormar el personaje en una miniserie que trataba de ofrecernos una imagen inusual del mutante de las garras de adamantium. Os pongo en contexto, y para ello os aviso que voy a incurrir en algún que otro SPOILER necesario. La historia arranca con un Logan envejecido y agotado, que ha formado una familia y que vive retirado en una granja del medio oeste americano, habiendo dejado atrás su pasado superheroico y negándose en rotundo en volver a desenfundar las garras. Poco después sabremos que esta historia está situada en un futuro más o menos próximo, en el cual el territorio de los Estados Unidos se lo han repartido una caterva de los más importantes villanos del universo Marvel: el Doctor Muerte, Kingpin, una versión malvada de Hulk, Craneo Rojo... ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo han conseguido los villanos hacerse con el control de los EEUU? ¿Porqué Lobezno vive un autoimpuesto retiro? Con la ayuda de Ojo de Halcón Lobezno llevará a cabo una misión que lo obligará a cruzar territorio enemigo y con el único objeto de conseguir dinero suficiente para saldar sus deudas y proteger a su familia.


"Old Man Logan" o "El viejo Logan", como se tradujo en nuestro país, es un comic particularmente crudo y violento. La historia de Mark Millar versa particularmente sobre la necesidad de redención, y lo que nos explica precisamente es el viaje de Logan en busca del perdón. ¿Y dónde reside la culpa? (y aquí viene un SPOLER de los gordos... quien avisa...). Lobezno a matado a todos sus compañeros de los X-Men, victima de la treta de un villano que le ha hecho creer que se estaba enfrentando a otros supervillanos. Cuando lo descubre primero intenta suicidarse, y cuando no lo logra (su esqueleto irrompible y su factor de curación se lo impiden), decide dejar atrás su pasado como superhéroe, prometer que nunca volverá a desenfundar sus garras y rehacer su vida como granjero y padre de familia, una familia completamente humana. Es esa la situación, la ausencia de los X-Men, la que aprovecharán algunos supervillanos para hacerse con el control del govierno americado y repartirse el territorio estadounidense.

SIMPLEMENTE LOGAN...

Cuando James Mangol, director de "Logan", se propuso adaptar "Old Man Logan" era perfectamente consciente de llevar a la pantalla el relato de Mark Millar tal como había sido concebido originalmente. En parte por sus elevadas dosis de violencia, en parte por el elevado presupuesto que exigía mostrar en la gran pantalla el futuro post-apocalitptico que nos muestra el comic, pero sobretodo por los problemas de derechos que le iban a impedir utilizar determinados personajes y determinados conceptos.

Así pues "Old Man Logan" se quedó simplemente en "Logan" y lo que en la obra de Millar era una historia sobre la busqueda de redención, en la película de Mangold se trasformo en un relato sobre la necesida de transmitir un legado.

¿De qué va realmente "Logan"? El film, situado también en un futuro próximo, nos muestra desde el inicio un Lobezno envejecido, torpe, agotado. Muestra una ligera cojera y tiene problemas para desenfundar sus garras. Los años han pasado y el factor de curación de Lobezno no funciona ya igual de bien. Las heridas tardan más en curar y cuando lo hacen dejan cicatrices permanentes. Este Lobezno ejerce de chofer, conduciendo una lujosa limusina alquilada para aquellos clientes que pueden permitirse pagarsela, y al mismo tiemo hace las veces de cuidador de un senil Charles Xavier que ha perdido el uso de sus poderes. Ambos viven una existencia escondida en una suerte de desguace de chartarra en mitad de un desierto de la América profunda.

Muy pronto se nos expica que los mutantes han desaparecido, y que los pocos que quedan son perseguidos y asesinados. Por el contrario hay personas que se somenten voluntariamente a implantes cibernéticos con el objetivo de obtener mejoras físicas, como es el caso de Donald Pierce, uno de los antagonistas de Logan en el film.

Ante la imposibilidad de adaptar “Old Man Logan” en la forma original en cómo fue concebida, Mangol opta por tomar el relato de Millar como fuente de inspiración y llevarlo a su propio terreno, ofreciéndonos una historia completamente original y, vale la pena destacarlo, francamente interesante.

Esta historia sobre legados se vertebra en torno a un peculiar triángulo que adopta visos de familia disfuncional. Un triángulo cuyos 3 vértices lo conforman Xavier (el abuelo), Logan (el padre) y Laura (la hija). Xavier ha fracasado en su misión de transmitir su Legado a una nueva generación de la cual Logan es el último exponente vivo. Las vivencias personales han trasformado a Logan en su ser descreído y desencantado, mientras que Xavier, pese a conservar intacto cierto grado de optimismo, se ha convertido en un viejo senil incapaz de controlar sus poderes. Precisamente en cierto momento del film se nos insinúa que Xavier ha sido el causante involuntario de la caída de los mutantes que los ha llevado al borde de la extinción, al haber aniquilado (se supone) por accidente a sus antiguos alumnos en un arrebato descontrolado de sus poderes mentales. Logan es el último superviviente de los X-Men, y ha adoptado no sin cierta desgana la labor de cuidar de un ahora desvalido Profesor X. Tarea que asume no con el convencimiento de hacer pervivir el legado de aquel, sino simplemente como un sentido de la obligación hacia su antiguo profesor. A Logan lo único que le preocupa ahora es el bienestar de Xavier y la supervivencia de ambos.

La irrupción de Laura, una niña mutante que, según se nos explica, ha sido tratada con el ADN del propio Logan, convirtiéndola así en una especia de hija putativa, alterará los planes de uno y otro. Xavier verá en ella una especie de nieta perdida, una persona a través de la cual podrá trasmitir y mantener vivo su antiguo legado de coexistencia pacífica entre humanos y mutantes. Logan se mostrará al inicio reticente a asumir dicha tarea, pero aceptará llevarla a cabo movido por sentido del deber. En el camino Logan deberá hallar las razones para recuperar el legado de Xavier, renovar su creencia en él y encontrar la motivación para buscar nuevos depositarios de dicho legado, al tiempo que deberá aceptar una forzada paternidad.

Así pues, la historia de búsqueda de redención de “Old Man Logan” se transforma en “Logan” es una historia sobre legados generacionales. Mangold se distancia intencionadamente tanto de la obra de Mark Miller como de los films precedentes de la franquicia mutante. Por un lado, despoja la historia de cualquier pátina superheroica, ofreciéndonos a cambio un film que oscila entre la road movie y, sobretodo, el western crepuscular. Se pueden trazar paralelismos entre este “Logan” y el “Sin perdón” de Clint Eastwood, y el hecho de que en un momento del film se inserten imágenes de “Shane” de Georges Stevens, film del 1964 interpretado por Alan Ladd y que en España conocimos bajo el título de “Raíces profundas” no es trivial, pues dicho film nos habla precisamente del peso del pasado y de la imposibilidad de cambiar la naturaleza humana, y de cómo ese pasado condiciona nuestro presente y afecta a las personas que nos rodean. Si se puede trazar un paralelismo entre el protagonista de “Shane” y el de “Sin perdón”, para puede establecerse las mismas comparaciones entre ambos y el Logan de este último film de James Mangold, pues este Lobezno también es un personaje al que le abruma el peso de sus acciones pasadas, muchas de ellas vinculadas a un pasado violento y oscuro como soldado, mercenario y asesino. La elección de un referente como ”Shane” cobra además un nuevo sentido cuando nos fijamos en la relación paterno-filial que se establece entre el personaje de Alan Ladd y el niño co-protagonista, relación que, salvando las distancias, también tiene su reflejo en “Logan” en la relación, al principio forzada y renuente, que se establece entre Lobezno y Laura, relación que irá mutando a lo largo del film, desde la indiferencia hacia el cariño sincero, pasando por la aceptación y la necesidad de contacto humano.

La carrera de James Mangold, el director de "Logan", es un tanto errática. Entre otros films en su filmografía podemos encontrar la insulsa y ñoña "Kate & Leopold" (2001), la correcta aunque interesante "En la cuerda floja" (2005), la entretenida "El tren de las 3:30" (2007) y la irregular "Lobezno inmortal" (2013). A mí personalmente no me parece un director particularmente dotado o con un visión personal en su forma de hacer y entender el cine. Se desenvuelve correctamente en las escenas de acción, pero destaca más en los momentos intimos. Quizás por eso este "Logan" se ha salido mejor, en mi opinión, que su anterior incursión en las aventuras del mutante. Son precisamente en las escenas en que interactúan Logan, Xavier y Laura donde vamos a encontrar lo mejor del film, y también destacaría la buena caracterización que nos ofrece tanto de Calibán como del villano de la función, Donald Pierce, que no es un villano al uso y del cual nos ofrece un interesante retrato de personaje con fisuras y no exento de cierta fragilidad. En este sentido cabe destacar la absoluta entrega de Patrick Stewart y Hugh Jackman en sus papeles. Mangold les ha permitido hacer evolucionar sus personajes ofreciéndonos unas caracterizaciones muy diferentes de las que habíamos visto hasta la fecha. Si Patrick Stewart nos había mostrado anteriormente un Xavier rígido, formal, en una interpretación un tanto constreñida (el estar permanentemente sentado en una silla de ruedas contribuía a ello), ahora nos regala un auténtico recital interpretativo, un Xavier senil, frágil, consumido, con arranques de locura, un retrato patético no exento de ciertos momentos humoristicos (oir al Profesor X lanzar según que exhabruptos puede resultar todo un shock para los conocedores dle personaje). Por otro lado Hugh Jackman también hace avanzar a su personaje hacia un nuevo status, menos 'de una pieza', menos resolutivo; su Logan es un individuo roto, quebrado, superado por las circunstancias, que mira de sobrevivir como puede, sin ilusiones ni ambiciones. Ambos realizan un trabajo interpretativo magnífico, y si no estuviésemos hablando de un film de género, y más aún de uno tan denostado por ciertos sectores de la crítica especializada, posiblemente habrían obtenido y mayor (y merecido) reconocimiento a tu trabajo en forma de premios.

"Logan" es un film seco, duro, sin concesiones. No tanto por su violencia gráfica como por el tratamiento dramático de la historia. Pero también es el primer film de la franquicia mutante producida por Fox que logra emocionar al espectador. Como film de superhéroes puede ser más modesto que películas como "Vengadores" o cualquier otra de las que han salido de Marvel Studios, pero como film dramático supera a cualquiera de ellos. Su trama no está exenta de elementos de interés más allá del mero relato de aventuras, sus interpretaciones son de primer orden y su realización es más que correcta. Quizás "Logan" debería ser el espejo en que se mirasen las próximas producciones basadas en personajes de la Marvel Comics.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El caristma que derrochan tanto Hugh Jackman como Patrick Steward; el tono crepuscular del film; las escenas en que Dafne Keen no habla. ¿Lo peor? Dafne Keen apunta maneras de actiz, pero en el momento en que abre la boca su personaje pierde interés, y no por que la joven actriz haga una mala interpretación, sino simplemente porque le resta misterio al personaje de Laura.

lunes, 16 de enero de 2017

VA DE CINE (y2)


LA LA LAND

Reciente trinfuadora de los Globos de Oro 2016 y firme candidata a arrasar en la próxima entrega de los Oscars de la academia de Hollywood, llega a nuestras pantallas uno de los films del año, "La La Land", film doblemente sorprendente por venir de quién viene: Damien Chazelle, director de la aclamada "Whiplass".

Y digo sorprendente porque, si "Whiplass" era una film que hacía uso de cierta mirada intimista y cierta contención expositiva pese a la intensidad que destilaban algunas de sus escenas, "La La Land" es un film exhuberante, radiante, luminoso. Debo confesar que he disfrutado viendo esta película como hacia tiempo que no disfrutaba en una sala de cine. Con ello no quiero decir que "La La Land" sea mejor o peor que otros films, pero en un momento en que la industria apuesta descaradamente por 'franquiciar' la mayoría de sus productos (y que mejor ejemplo que los recientes spin off de sagas como "Star Wars" o "Harry Potter", o todo lo que nos ofrece últimamente el cine de superhéroes) es de agracerder un producto tran fresco como éste, un musical que no está basado en ningún éxito previo ni ninguna obra teatra de Broadway, sino que es una película de concepción enteramente original, que expone sin disimulo alguno su amor por una forma de hacer películas que hace mucho que se ha perdido.

Filmado en un glorioso Cinemascope, haciendo uso de una paleta de colores que la hermana directamente con el cine de Vincent Minelli, y unas coreografias dignas de un Jacques Demmy o un Stanley Donnen, "La La Land" arranca con una secuencia que es toda una declaración de principios: un prodigioso plano secuencia filmado en una autopista de acceso a Los Angeles, con 30 bailarines profesionales y más de un centenar de figurantes. A partir de ahí Chazelle nos cuenta una historia de tintes agridulces, repleta de diálogos ágiles, de notas de humor, de sabor a clásico, de coreografías vertiginosas e interpretaciones memorales. Lo de Emma Stone y Ryan Gosling (que coinciden por tercera vez en pantalla) es pura química, y ambos destilan un savoir faire digno de las antiguas estrellas de Hollywood. Ella derocha carisma y él demuestra que es un actor de asombrosa versatilidad, con una nada desdeñable vis cómica más allá de su aclamada y hierática interpretación en "Drive". ¿Alguna pega? Sí. Ambos son grandes actores y su trabajo actoral es encomiable, prácticamente llevan solos el peso de la película... pero sus voces son bastante limitadas, y a pesar de sus evidentes esfuerzos no son capaces muchas veces de defender las preciosas canciones compuestas por Justin Hurtwitz (música), Ben J. Pasek y Justin Paul (letras).

Pese a todo, Chazelle pone toda la carne en el asador y nos regala un film con sabor al Hollywood de antaño, que no oculta sus referentes principales (Vicente Minelli, Casablanca, Bob Fosse, Jacques Demmy...) pero que tampoco desdeña ciertos toques de modernidad (Chazelle demuestra una técnica y pericia con la cámara digna de, por ejemplo, Martin Scorsese, al tiempo que evita hábilmente caer en el recurso fácil del videoclip a la manera de un Bazz Luhrmann). "La la Land" destaca sobre todo por una puesta en escena ágil, dinámica y fresca, lo que hace más disfrutable el film si pensamos que su director asume no pocos riesgos: usar una historia y una partitura 100% originales, filmar todos los números musicales en plano secuencia, 'a la manera de antaño', combinar el preciosismo formal con el clasicismo argumental, y derivar la trama hacia un final agridulce, muy a contracorriente del cine 'made in hollywood', y más tratándose de un musical.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su reivindicación del cine como espectáculo lúdico y su defensa de algo cada vez más escaso en pantalla grande: la MAGIA del cine. ¿Lo peor? Ni Emma Stone ni Ryan Gosling tienen una gran voz, lo que desluce muchas de las espléndidas canciones del film.


LA LUZ ENTRE LOS OCEANOS

Posiblemente la mayoría de espectaroes descubrimos a Derek Cianfrance por "Blue Valentine" (2010), contenido melodrama que nos hablaba de la crisis de una pareja interpretada por Michelle Williams y Ryan Gosling. Cianfrance repetiría más tarde con Gosling en "Cruce de caminos" ("The place beyond the pines, 2012) donde intentaba llevar más allá los resortes del melodrama, introduciendo una mirada más airada al relato.

En su intento, presumo, de capar la emoción del público, Cianfrance aborda ahora una historia de tintes trágicos que nos habla de un matrimonio incapaz de tener hijos, a los que el azar regala una niña. Cianfrance construye un relato que intenta hermanar la majestuosidad formal de un David Lean con la tradición literaria de Charles Dickens, al exponernos un drama no exento de lecturas morales.

Sin embargo, los referentes tanto de Lean como de Dickens a Cianfrance le vienen algo grandes. El director no sabe (o no quiere) contextualizar la historia en un marco histórico determinado, algo que sí sabía hacer muy bien el director de "Doctor Zhivago" o "La hija de Ryan", film este último que parece haber estado en la mente de Cianfrance para rodar esta película.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Michael Fassbender, Alicia Vikander y Rachel Weisz, un trio de actores en estado de gracia que emocionan solo con la mirada; y la bellísima partitura de Alexandre Desplat. ¿Lo peor? La falta de intensidad en la exposición del relato: Cianfrance no es David Lean, pero tampoco Douglas Sirk.


LOVING

Richard y Mildred Loving fue uno de los primeros matrimonios interraciales en formalizarse en Estados Unidos. Pese a que su unión de hecho era tolerada en la comunidad en que vivían (el estado de Viginia), el hecho de formalizar su matrimonio en Wasington, en contra de la legalidad vigente en Virginia, les llevó a la carcel. La única salida posible a su situación era o disolver el matrimonio o abandonar el estado, dejando atrás a su familia, trabajo y amigos.

Jeff Nichols, director que ya nos había deslumbrado con la modélica "Mud" (2012) afronta la historia de Richard y Mildred con una clara objetividad y con la intención de fijarse más en los pequeños detalles que no en las declaraciones grandilocuentes. Podría haber enfocado el relato centrándose en los procesos judiciales en los que se vió inmerso el matrimonio Loving para que su unión fuese legalmente reconocida. Podría haber enfocado su film en clave social, como film político, para hablarnos de derechos civiles. Pero en vez de ello la aproximación de Nichols es intimista, cercana y cálida. El director opta por observar las reacciones del matrimonio ante una serie de situaciones que les superan y que no puede controlar. En este aspecto es francamente ilustrativa la secuencia en que un fotógrafo de la revista Life acude a casa de los Loving para observarlos en su intimidad y hacer un reportage de su vida en común y su quehacer cotidiano. Esa breve secuencia marca el tono general del film.

Pero el film no se sostedría sin el esplendido trabajo de sus actores, entre los que destacan Marton Csokas, el siempre eficaz Michael Shannon, pero sobre todo unos portentosos Ruth Negga y Joel Edgerton en dos de las mejores interpretaciones del año. Dos trabajos actorales inmensos que reflejan la dificultan del matrimonio para comunicarse entre si (ella es reservada mientras que la actitud de él oscila entre la dureza y la ternura), pero que al mismo tiempo demuestran que son capaces de decirse mucho a base de miradas y pequeños gestos.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Las interpretaciones de Ruth Negga y Joel Edgerton. ¿Lo peor?  Aunque sea injusto mencionarlo, su factura de telefilm.


COMANCHERIA

Si más arriba comentaba que "La La Land" de Damien Chazelle es un film a contracorriente en el panorama cinematográfico actual (el musical no es precisamente un género de acceptación mayoritaria hoy en dia, y más cuando no está basado en un éxito conocido de Broadway como podría ser "Chicago", "Hairspray", "Los miserables" o "Into the woods"), "Comancheria", el último film de David Mackenzie, también tiene cierto sabor a cine 'de otra época', a medio camino entre el western clásico y el cine de Sam Peckinpah.

"Comancheria" nos narra la historia de dos hermanos, interpretados por un ajustado Chris Pine y un esplendido Ben Foster, que se meten en el 'negocio' de cometer atracos porque necesitan el dinero para poder pagar la hipoteca del rancho de su difunta madre. Un ranger de Texas, al que da vida un caristmático Jeff Bridges, comenzará a perseguirles para arrestarlos y llevarlos a prisión. Al margen del juego del ratón y el gato que se establece entre el sherif y los dos atracadores, "Comancheria" es un film que nos explica una manera de hacer y una forma de vida que no forma parte ya de nuestra realidad actual, sino que nos remite al viejo cine de bandoleros. Y lo hacer con un tono triste, cargado de nostalgia. Nostalgia que es a la vez añoranza por una manera de hacer cine y añoranza de un estilo de vida perdido: el fim en cierta forma reivindica la lfigura del ladrón que actua en base a principios de cierta nobleza (ambos hermanos quieren el dinero no para ellos, sino para ofrecer un futuro y mejores oportunidades a los hijos de uno de ellos).

La película destaca por su tono crepuscular, su sequedad expositiva y un tono de cierta melancolía que impregan todo el metraje. Es facil sentir emptatía por los dos atracadores, pero también por el ranger y su actitud falsamente racista (las puyas que suelta a su compañero indio-mejicano, no faltas de ingenio, no encierran sino un profundo respeto hacia el mismo, cosa que se manifiesta en cierta secuencia trágica del film).

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su tono crepuscular y su ajustado retrato de personajes. ¿Lo peor? Nada en particular.


ROGUE ONE

Parece ser que después de los varapalos a "El despertar de la fuerza" por parte tanto de la crítica como del fandom, los responsables de "Rogue One: Una historia de Star Wars" decidieron apostar por desmarcarse (un poco) de las líneas maestras de la saga cinematográfica creada por George Lucas e intentar ofrecer un producto más novedoso. Las intenciones eran loables. Los resultados son discutibles.

"Rogue One" no es un mal film, y se agradece que se haya intentado ofrecer escenarios y situaciones algo novedosas, algo que J. J. Abrams no supo o no quiso hacer. "El despertar de la fuerza" era un film lastrado por el miedo de su realizador a la aceptación por parte del público ante lo que es una de las sagas más icónicas de la historia del cine. El resultado fué una suerte de 'remake' mal disimulado de "Star Wars", el film fundacional, y "El imperio contraataca", pero sin la capacidad de sorpresa, sin la solidez y sin el sense of wonder de ninguno de ellos.

Garreth Edwards, director de la muy interesante "Monsters" (2010) y del remake americano de "Godzilla" (2014), quiso plantearse este spin-off como un film bélico, más próximo, posiblemente, a "Salvar el soldado Ryan" que no a "Una nueva esperanza" o "El retorno del Jedi". De haber contado con la libertad para hacerlo quizás hubiésemos tenido un film más interesante, pero el miedo por parte de los estudios (no olvidemos de Disney es la propietaria actual de Lucasfilm) a que el director se pasase de vueltas en su visión más oscura de la historia, produjo no pocas injerencias que dieron como resultado sucesivas reescrituras de guión y no pocos cambios en el montaje final, algo fácilmente apreciable si uno observa con atención los primeros trailers comerciales, en los que vemos bastantes secuencias que no acabaron formando parte del montaje final.

Quizás el mayor problema de esta película radica en la presencia de un conjunto de personajes protagonistas absolutamente faltos de carisma (Felicity Jones es una buena actriz, pero aquí da la impresión de estar despistadísima). lo que hace que el espectador no sienta empatía alguna ante sus tribulaciones y problemas. La ausencia prácticamente absoluta de notas de humor (elemento caracteristico en la saga) y ciertas derivas argumentales dan como resultado un film que no carece de algunas set pieces memorables, pero que se olvida fácilmente por su nula trascendencia. Resulta sintomático que una de las sorpresas más agradecidas sea la (asombrosa) recreación digital del gobernador Tarkin y que el momento más aplaudido del film sea el protagonizado por Darth Vader. 

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El momento Darth Vader, por supuesto ¿Lo peor? Los sucesivos remontajes y reescrituras de guion, que redundan en un producto falto de entidad.


LA TORTUGA ROJA

Tras la retirada de la dirección de las auténticas alma mater del Estudio Ghibli, Hayao Miyazaki e Isao Takahata, y el abandono de Hiromasha Yonebayashi para emprender proyectos más personales, todo hacia presagiar que los míticos estudios de animación nipones lo iban a tener dificil para continuar ofreciendo las magníficas películas que nos habían regalado hasta la fecha.

Sin embargo, la contratación de un director extrangero, en este caso el holandes Michael Dudok de Wit, ha abierto nuevas puertas a la creatividad de los estudios, pues la primera incursión de este director en el largometraje, "La tortuga roja", no solo es un film que encaja perfectamente con el ideario del estudio (la defensa de los métodos de animación tradicionales, los valores ecológicos, el tratamiento de la historia y los personajes por encima de la técnica...), sino que al mismo tiempo es una película muy diferente, tanto estética como narrativamente, a las habituales del estudio. Dudok asume dos riesgos evidentes. El primero apostar por un film mudo, donde los personajes se comunican únicamente con los gestos y las onmatopeyas; el segundo prescindir de los rasgos típicos de la animación Ghibli para decantarse por la línea clara más próxima a Hergé.

El resultado es un film bellísimo, donde el encuadre, las texturas y la paleta de colores tienen una importancia capital. Y al mismo tiempo es una película emotiva, cargada de melancolía, triste en muchos aspectos, como lo es de hecho el ciclo vital del ser humano.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? No hay un solo plano que no sea una belleza. ¿Lo peor? Nada.


TRAIN TO BUSAN

Una de las trinfuadores del último festival de Sitges fue este film del coreano Sang-ho Yeon, donde se llevó el premio a los mejores efectos especiales. Dejando al margen su indiscutible calidad técnica (donde los maquillajes, aunque eficaces, destacan por su austeridad... vamos, que no estamos hablando del trabajo de un Greg Nicoterio en "The Walking Dead"), "Train to Busan" descaca por dos aspectos. Por un lado su habilidad para manejar resortes propios del melodrama e integrarlos sin chirriar dentro de un film de género: hay persecuciones, hay acción bien dosificada, hay, por supuesto, zombies rabiosos; pero por encima de todo hay unos personajes bien caracterizados y bien escritos, y un desarrollo dramático mesurado y bien llevado a lo largo de la trama. Por otro lado nos encontramos que "Train to Busan" encierra una indisimulada lectura en clave socio-política (un compañero del programa de radio en el que participo, 'Cinema desde el galliner', me dio una clave muy inteligente para interpretar la película al decirme que él no veía zombies, sino 'trabajadores enfadados'). Al mismo tiempo el film nos ofrece un crudo y desesperanzador retrato de la condición humana, en el cual la dualidad de enfrentarse a la elección de ayudar al prójimo o salvar la propia piel no siempre deriva en un resultado que retrate precisamente los rasgos más positivos del ser humano.

En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su lectura en clave de metáfora política. ¿Lo peor? Que muchos espectadores solo vean en ella 'una película de zombies más.