Este blog empezó siendo una especie de diario personal. Luego empecé a hablar comics, de teatro, de literatura fantástica, y sobretodo de cine, mucho cine. Al final se ha acabo convirtiendo en un compendio de reseñas y "estudios" de temas diversos, casi siempre relacionados con el 7º ARTE
lunes, 16 de enero de 2017
VA DE CINE (y2)
LA LA LAND
Reciente trinfuadora de los Globos de Oro 2016 y firme candidata a arrasar en la próxima entrega de los Oscars de la academia de Hollywood, llega a nuestras pantallas uno de los films del año, "La La Land", film doblemente sorprendente por venir de quién viene: Damien Chazelle, director de la aclamada "Whiplass".
Y digo sorprendente porque, si "Whiplass" era una film que hacía uso de cierta mirada intimista y cierta contención expositiva pese a la intensidad que destilaban algunas de sus escenas, "La La Land" es un film exhuberante, radiante, luminoso. Debo confesar que he disfrutado viendo esta película como hacia tiempo que no disfrutaba en una sala de cine. Con ello no quiero decir que "La La Land" sea mejor o peor que otros films, pero en un momento en que la industria apuesta descaradamente por 'franquiciar' la mayoría de sus productos (y que mejor ejemplo que los recientes spin off de sagas como "Star Wars" o "Harry Potter", o todo lo que nos ofrece últimamente el cine de superhéroes) es de agracerder un producto tran fresco como éste, un musical que no está basado en ningún éxito previo ni ninguna obra teatra de Broadway, sino que es una película de concepción enteramente original, que expone sin disimulo alguno su amor por una forma de hacer películas que hace mucho que se ha perdido.
Filmado en un glorioso Cinemascope, haciendo uso de una paleta de colores que la hermana directamente con el cine de Vincent Minelli, y unas coreografias dignas de un Jacques Demmy o un Stanley Donnen, "La La Land" arranca con una secuencia que es toda una declaración de principios: un prodigioso plano secuencia filmado en una autopista de acceso a Los Angeles, con 30 bailarines profesionales y más de un centenar de figurantes. A partir de ahí Chazelle nos cuenta una historia de tintes agridulces, repleta de diálogos ágiles, de notas de humor, de sabor a clásico, de coreografías vertiginosas e interpretaciones memorales. Lo de Emma Stone y Ryan Gosling (que coinciden por tercera vez en pantalla) es pura química, y ambos destilan un savoir faire digno de las antiguas estrellas de Hollywood. Ella derocha carisma y él demuestra que es un actor de asombrosa versatilidad, con una nada desdeñable vis cómica más allá de su aclamada y hierática interpretación en "Drive". ¿Alguna pega? Sí. Ambos son grandes actores y su trabajo actoral es encomiable, prácticamente llevan solos el peso de la película... pero sus voces son bastante limitadas, y a pesar de sus evidentes esfuerzos no son capaces muchas veces de defender las preciosas canciones compuestas por Justin Hurtwitz (música), Ben J. Pasek y Justin Paul (letras).
Pese a todo, Chazelle pone toda la carne en el asador y nos regala un film con sabor al Hollywood de antaño, que no oculta sus referentes principales (Vicente Minelli, Casablanca, Bob Fosse, Jacques Demmy...) pero que tampoco desdeña ciertos toques de modernidad (Chazelle demuestra una técnica y pericia con la cámara digna de, por ejemplo, Martin Scorsese, al tiempo que evita hábilmente caer en el recurso fácil del videoclip a la manera de un Bazz Luhrmann). "La la Land" destaca sobre todo por una puesta en escena ágil, dinámica y fresca, lo que hace más disfrutable el film si pensamos que su director asume no pocos riesgos: usar una historia y una partitura 100% originales, filmar todos los números musicales en plano secuencia, 'a la manera de antaño', combinar el preciosismo formal con el clasicismo argumental, y derivar la trama hacia un final agridulce, muy a contracorriente del cine 'made in hollywood', y más tratándose de un musical.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su reivindicación del cine como espectáculo lúdico y su defensa de algo cada vez más escaso en pantalla grande: la MAGIA del cine. ¿Lo peor? Ni Emma Stone ni Ryan Gosling tienen una gran voz, lo que desluce muchas de las espléndidas canciones del film.
LA LUZ ENTRE LOS OCEANOS
Posiblemente la mayoría de espectaroes descubrimos a Derek Cianfrance por "Blue Valentine" (2010), contenido melodrama que nos hablaba de la crisis de una pareja interpretada por Michelle Williams y Ryan Gosling. Cianfrance repetiría más tarde con Gosling en "Cruce de caminos" ("The place beyond the pines, 2012) donde intentaba llevar más allá los resortes del melodrama, introduciendo una mirada más airada al relato.
En su intento, presumo, de capar la emoción del público, Cianfrance aborda ahora una historia de tintes trágicos que nos habla de un matrimonio incapaz de tener hijos, a los que el azar regala una niña. Cianfrance construye un relato que intenta hermanar la majestuosidad formal de un David Lean con la tradición literaria de Charles Dickens, al exponernos un drama no exento de lecturas morales.
Sin embargo, los referentes tanto de Lean como de Dickens a Cianfrance le vienen algo grandes. El director no sabe (o no quiere) contextualizar la historia en un marco histórico determinado, algo que sí sabía hacer muy bien el director de "Doctor Zhivago" o "La hija de Ryan", film este último que parece haber estado en la mente de Cianfrance para rodar esta película.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Michael Fassbender, Alicia Vikander y Rachel Weisz, un trio de actores en estado de gracia que emocionan solo con la mirada; y la bellísima partitura de Alexandre Desplat. ¿Lo peor? La falta de intensidad en la exposición del relato: Cianfrance no es David Lean, pero tampoco Douglas Sirk.
LOVING
Richard y Mildred Loving fue uno de los primeros matrimonios interraciales en formalizarse en Estados Unidos. Pese a que su unión de hecho era tolerada en la comunidad en que vivían (el estado de Viginia), el hecho de formalizar su matrimonio en Wasington, en contra de la legalidad vigente en Virginia, les llevó a la carcel. La única salida posible a su situación era o disolver el matrimonio o abandonar el estado, dejando atrás a su familia, trabajo y amigos.
Jeff Nichols, director que ya nos había deslumbrado con la modélica "Mud" (2012) afronta la historia de Richard y Mildred con una clara objetividad y con la intención de fijarse más en los pequeños detalles que no en las declaraciones grandilocuentes. Podría haber enfocado el relato centrándose en los procesos judiciales en los que se vió inmerso el matrimonio Loving para que su unión fuese legalmente reconocida. Podría haber enfocado su film en clave social, como film político, para hablarnos de derechos civiles. Pero en vez de ello la aproximación de Nichols es intimista, cercana y cálida. El director opta por observar las reacciones del matrimonio ante una serie de situaciones que les superan y que no puede controlar. En este aspecto es francamente ilustrativa la secuencia en que un fotógrafo de la revista Life acude a casa de los Loving para observarlos en su intimidad y hacer un reportage de su vida en común y su quehacer cotidiano. Esa breve secuencia marca el tono general del film.
Pero el film no se sostedría sin el esplendido trabajo de sus actores, entre los que destacan Marton Csokas, el siempre eficaz Michael Shannon, pero sobre todo unos portentosos Ruth Negga y Joel Edgerton en dos de las mejores interpretaciones del año. Dos trabajos actorales inmensos que reflejan la dificultan del matrimonio para comunicarse entre si (ella es reservada mientras que la actitud de él oscila entre la dureza y la ternura), pero que al mismo tiempo demuestran que son capaces de decirse mucho a base de miradas y pequeños gestos.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Las interpretaciones de Ruth Negga y Joel Edgerton. ¿Lo peor? Aunque sea injusto mencionarlo, su factura de telefilm.
COMANCHERIA
Si más arriba comentaba que "La La Land" de Damien Chazelle es un film a contracorriente en el panorama cinematográfico actual (el musical no es precisamente un género de acceptación mayoritaria hoy en dia, y más cuando no está basado en un éxito conocido de Broadway como podría ser "Chicago", "Hairspray", "Los miserables" o "Into the woods"), "Comancheria", el último film de David Mackenzie, también tiene cierto sabor a cine 'de otra época', a medio camino entre el western clásico y el cine de Sam Peckinpah.
"Comancheria" nos narra la historia de dos hermanos, interpretados por un ajustado Chris Pine y un esplendido Ben Foster, que se meten en el 'negocio' de cometer atracos porque necesitan el dinero para poder pagar la hipoteca del rancho de su difunta madre. Un ranger de Texas, al que da vida un caristmático Jeff Bridges, comenzará a perseguirles para arrestarlos y llevarlos a prisión. Al margen del juego del ratón y el gato que se establece entre el sherif y los dos atracadores, "Comancheria" es un film que nos explica una manera de hacer y una forma de vida que no forma parte ya de nuestra realidad actual, sino que nos remite al viejo cine de bandoleros. Y lo hacer con un tono triste, cargado de nostalgia. Nostalgia que es a la vez añoranza por una manera de hacer cine y añoranza de un estilo de vida perdido: el fim en cierta forma reivindica la lfigura del ladrón que actua en base a principios de cierta nobleza (ambos hermanos quieren el dinero no para ellos, sino para ofrecer un futuro y mejores oportunidades a los hijos de uno de ellos).
La película destaca por su tono crepuscular, su sequedad expositiva y un tono de cierta melancolía que impregan todo el metraje. Es facil sentir emptatía por los dos atracadores, pero también por el ranger y su actitud falsamente racista (las puyas que suelta a su compañero indio-mejicano, no faltas de ingenio, no encierran sino un profundo respeto hacia el mismo, cosa que se manifiesta en cierta secuencia trágica del film).
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su tono crepuscular y su ajustado retrato de personajes. ¿Lo peor? Nada en particular.
ROGUE ONE
Parece ser que después de los varapalos a "El despertar de la fuerza" por parte tanto de la crítica como del fandom, los responsables de "Rogue One: Una historia de Star Wars" decidieron apostar por desmarcarse (un poco) de las líneas maestras de la saga cinematográfica creada por George Lucas e intentar ofrecer un producto más novedoso. Las intenciones eran loables. Los resultados son discutibles.
"Rogue One" no es un mal film, y se agradece que se haya intentado ofrecer escenarios y situaciones algo novedosas, algo que J. J. Abrams no supo o no quiso hacer. "El despertar de la fuerza" era un film lastrado por el miedo de su realizador a la aceptación por parte del público ante lo que es una de las sagas más icónicas de la historia del cine. El resultado fué una suerte de 'remake' mal disimulado de "Star Wars", el film fundacional, y "El imperio contraataca", pero sin la capacidad de sorpresa, sin la solidez y sin el sense of wonder de ninguno de ellos.
Garreth Edwards, director de la muy interesante "Monsters" (2010) y del remake americano de "Godzilla" (2014), quiso plantearse este spin-off como un film bélico, más próximo, posiblemente, a "Salvar el soldado Ryan" que no a "Una nueva esperanza" o "El retorno del Jedi". De haber contado con la libertad para hacerlo quizás hubiésemos tenido un film más interesante, pero el miedo por parte de los estudios (no olvidemos de Disney es la propietaria actual de Lucasfilm) a que el director se pasase de vueltas en su visión más oscura de la historia, produjo no pocas injerencias que dieron como resultado sucesivas reescrituras de guión y no pocos cambios en el montaje final, algo fácilmente apreciable si uno observa con atención los primeros trailers comerciales, en los que vemos bastantes secuencias que no acabaron formando parte del montaje final.
Quizás el mayor problema de esta película radica en la presencia de un conjunto de personajes protagonistas absolutamente faltos de carisma (Felicity Jones es una buena actriz, pero aquí da la impresión de estar despistadísima). lo que hace que el espectador no sienta empatía alguna ante sus tribulaciones y problemas. La ausencia prácticamente absoluta de notas de humor (elemento caracteristico en la saga) y ciertas derivas argumentales dan como resultado un film que no carece de algunas set pieces memorables, pero que se olvida fácilmente por su nula trascendencia. Resulta sintomático que una de las sorpresas más agradecidas sea la (asombrosa) recreación digital del gobernador Tarkin y que el momento más aplaudido del film sea el protagonizado por Darth Vader.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? El momento Darth Vader, por supuesto ¿Lo peor? Los sucesivos remontajes y reescrituras de guion, que redundan en un producto falto de entidad.
LA TORTUGA ROJA
Tras la retirada de la dirección de las auténticas alma mater del Estudio Ghibli, Hayao Miyazaki e Isao Takahata, y el abandono de Hiromasha Yonebayashi para emprender proyectos más personales, todo hacia presagiar que los míticos estudios de animación nipones lo iban a tener dificil para continuar ofreciendo las magníficas películas que nos habían regalado hasta la fecha.
Sin embargo, la contratación de un director extrangero, en este caso el holandes Michael Dudok de Wit, ha abierto nuevas puertas a la creatividad de los estudios, pues la primera incursión de este director en el largometraje, "La tortuga roja", no solo es un film que encaja perfectamente con el ideario del estudio (la defensa de los métodos de animación tradicionales, los valores ecológicos, el tratamiento de la historia y los personajes por encima de la técnica...), sino que al mismo tiempo es una película muy diferente, tanto estética como narrativamente, a las habituales del estudio. Dudok asume dos riesgos evidentes. El primero apostar por un film mudo, donde los personajes se comunican únicamente con los gestos y las onmatopeyas; el segundo prescindir de los rasgos típicos de la animación Ghibli para decantarse por la línea clara más próxima a Hergé.
El resultado es un film bellísimo, donde el encuadre, las texturas y la paleta de colores tienen una importancia capital. Y al mismo tiempo es una película emotiva, cargada de melancolía, triste en muchos aspectos, como lo es de hecho el ciclo vital del ser humano.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? No hay un solo plano que no sea una belleza. ¿Lo peor? Nada.
TRAIN TO BUSAN
Una de las trinfuadores del último festival de Sitges fue este film del coreano Sang-ho Yeon, donde se llevó el premio a los mejores efectos especiales. Dejando al margen su indiscutible calidad técnica (donde los maquillajes, aunque eficaces, destacan por su austeridad... vamos, que no estamos hablando del trabajo de un Greg Nicoterio en "The Walking Dead"), "Train to Busan" descaca por dos aspectos. Por un lado su habilidad para manejar resortes propios del melodrama e integrarlos sin chirriar dentro de un film de género: hay persecuciones, hay acción bien dosificada, hay, por supuesto, zombies rabiosos; pero por encima de todo hay unos personajes bien caracterizados y bien escritos, y un desarrollo dramático mesurado y bien llevado a lo largo de la trama. Por otro lado nos encontramos que "Train to Busan" encierra una indisimulada lectura en clave socio-política (un compañero del programa de radio en el que participo, 'Cinema desde el galliner', me dio una clave muy inteligente para interpretar la película al decirme que él no veía zombies, sino 'trabajadores enfadados'). Al mismo tiempo el film nos ofrece un crudo y desesperanzador retrato de la condición humana, en el cual la dualidad de enfrentarse a la elección de ayudar al prójimo o salvar la propia piel no siempre deriva en un resultado que retrate precisamente los rasgos más positivos del ser humano.
En resumidas cuentas: ¿Lo mejor? Su lectura en clave de metáfora política. ¿Lo peor? Que muchos espectadores solo vean en ella 'una película de zombies más.
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